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P. JOSE AGUSTIN MACKENZIE 111 en horas, y muy parecida a la división judaica primitiva; así, v.gr., a las 12 de la noche más o menos le determina ariára; a las 3 y media de la mádrugada mária; al amanecer, guáttachon y guáttamar; ya de día (como a las 5 de la ma– ñana) se dice jáipacai; al meridiano, a lás 12 le dice careo. Del mediodía para abajo va diciendo, v.gr., a las 2, jupúrapa cai; a las 4 y media, arícaopa; a las 5 y media, sámatuipa; a las 6 aríeachon; como a las 7, majúupa. Mañada se dice guatta; pasado mañana, guatta pia, Tiene el guajiro otras maneras más de expresar ciertas cortas etapas del día, pero no nos parece del todo interesante ponerlas aquí, porque, en ocasiones, no son sino usadas :en determinadas regio– nes y en otras no. EL VELORIO A LA MUERTE DE UN GUAJIRO "Si en nuestras culturas superiores el final de la vida sobrecoge y asom– bra, todos los pueblos de civilizaciones inferiores tuvieron por la muerte un culto religioso, tocado de lo sobrenatural, donde ningún agüero, tabó o contra, tiene poder, y en donde toda la imaginación de las tribus puso la idea de viaje largo, nueva vida en otro sitio o inmortalidad, representada en las vasijas, armas, alimentos, y a veces elementos de transportes como remos y palas. No inferior a otros pueblos indígenas de América es el guajiro en este culto de la muerte". Esta universalidad de los pueblos de creer en una vida futura, aun en los indígenas, es una. prueba fehaciente de que sí ha sido unánime y fuerte la creen– cia del hombre de todos los tiempos en el más allá. El hecho real de que los pueblos semisalvajes no sepan precisar ese más allá donde queda, ni en qué consiste, y que en ocasiones la vida futura la ten– gan como un largo viaje, no destruye el aserto del ultratumba; más bien lo confirma, porque esa idea borrosa que conservan, es una constancia de que de antaño ya tuvo noticia el hombre de que no es la fosa el término fatal de la vida, y de que, a más de ésta, hay otra; de aquí que la costumbre rudimentaria . del guajiro de llenarle de comida el ataúd del difunto para el largo viaje, nos • sirve a nosotros de argumento histórico antiguo, de tradición, para argüir a los que no creen en la vida futura; esta costumbre es común a muchos pueblos; luego la creencia en la otra vida también lo es. Si hay algo en esta tierra que el guajiro ame,· son· sus parientes; y de aquí que, al fallecer uno de ellos, cree el indígena un deber ineludible exteriorizarle hasta el último momento su amor; y ·considerá como una· manifestación ·de ca– riño a su finado, la nutrida concurrencia de amigos al velorio. Esto no es de indígenas solamente, pues que a todos nos agrada que al sepelio de un familiar nuestro concurra. selecto y numeroso acompañamiento. El guajiro parece que guardara para estas ceremonias póstumas todas sus riquezas, porque en un velorio se léf gasta todo. La Tazón última de este des– pilfarro es más profunda, aunque absurda, de lo que muchos civilizados creen, pues que el guajiro estima que al morir su pariente, debe dársele muerte tam– bién a todos los animales comibles que poseía él, a fin de que el espíritu de esos mismos animales vaya deambulando con el _del difunto por ese camino largo hacia la otra vida; como si dijéramos: cree que el difunto se lleva -consigo toda su herencia espiritualmente, como dijimos ya en páginas anter.iores.

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