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P. JOSE AOUSTIN J.Y.IAC~ENZIE .99 indígena. Sobre su cuerpo luce m¡inta de vivos colores, .y su caballo bien enjae– zado va adornado con grandes borlas de lana que le agracian; y ya en fila todos los jinetes, a la señal de partida, se inicia el evento en que jinete y corcel. se fusi~nan en uno; aquí sí hubiera podido preguntar Moctezuma a Cortés si "el jinete y el caballo eran una misma cosa" . . . Cuando concluyen las carreras, todos comienzan a ponderar la habilidad de su caballo, y siguen bebiendo hasta ponerle punto final a la fiesta. Al guajiro le encanta más que le alaben su bes– tia, que el mismo trofeo que logra por el triunfo. Otras diversiones más tiene el guajiro, en las que se bebe y se como, ver– bigracia, cuando va a herrar sus animales, en que la tajada de carne más gran– de les toca a los herradores. EL PIACHE El instinto de conservación de la especie humana ha inducido a todos los pueblos a buscar aquellos elementos que ·de algún modo pueden contribuir a esa conservación. El hombre civilizado ha encontrado en el médico uno de esos elementos; y, a la verdad, el médico ha venido llenando en la humanidad este justo anhelo. Más, los indígenas, a donde la acción del médico no ha podido llegar de un modo visible, también han tenido ese sentido de la defensa de la salud, y han tratado de erigirse, para su provecho, un individuo que cure sus enfermedades y dolencias, o al menos las mitigue. Más o menos atinadainente, todos los indígenas han tenido en sus tradiciones pseudo-curanderos, y ellos han sido exclusivamente quienes han aliviado, en su terapeútica casera, las dolen– .cias de sus semejantes, ante la ausencia del facultativo. El guajiro también ha tenido esos curanderos autóctonos a quienes ha denominado Piaches. Nociones prevñis. El piache puede ser hombre. o mujer. Debe ser célibe, de suerte que, si tuvo mujer (o marido, según el caso) debe prescindir de ella en lo futuro; su continencia debe ser absoluta y de por vida. Se llama manilla un preparado de extracto de tabaco que se usa mucho entre los europeos, para masticarlo, y que a La Guajira también se trae, pro– cedente de Aruba. Esta manilla desempeña un papel muy importante en la terapeútica del piache; la falta de la manilla la suple este curandero con el tabaco común. El piache es algo así como una mezcla de superstición y de engaño, pero que no entraña en sí nada de espiritismo ni nada que en realidad tenga contac-. to con la otra vida; más bien tiene mucho de autosugestión por parte del en– fermo, y mucho peligro para el piache, de contaminarse con los ataques epilep– ticos y de caer en una verdadera obsesión, si toma su cometido como algo que fuera cierto y se excede en su oficio. Toda, pues, la terapeútica del piache estriba en la manilla, típica de su nauseabunda operación curandera; en los fuertes apretones que le da al paciente en la parte enferma; en los potingues e ingre– dientes botánicos que a su sabor prepara; en los espíritus, que sólo ve el pia– che; y en alguito de ciencia que posee, después de tantos ensayos en los enfer– mos. Apesar de todo, el piache es menos reprensible que el Mama arhuaco, que todo lo atribuye al célebre pangao o maleficio que dizque alguien le echó al paciente, y, que finge quitar primero para luego curar, sin que en realidad cure nada.

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