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hay un lugar reservado para la firma del arzobispo de Santiago, una vez concluída la peregrinación, y José Mari tiene ilusión en cumplir con este requisito. Nosotros le aguardamos en la calle; tras unos minutos de es– pera, reaparece nuestro compañero, emocionado, con los ojos brillantes: cuando él pensaba encontrarse con algún curial de cuello duro que le es– tamparía un sello de caucho, se ha visto frente a frente con el propio Cardenal, que se ha interesado por el viaje, le ha regalado una medalla y, tras firmar la tarjeta de su puño y letra, le ha acompañado hasta la puerta. «Nada más que por esto vale la pena de haber venido a Santiago.» De aquí volamos a Correos con ansias de devorar las cartas que nos esperan en lista y en una calle nos tropezamos con Antonio y Rafa y -¡cosa curiosa!- casi no reconocemos al primero después de haber con– vivido tres semanas: sin aquella barba tan negra, con el cabello arre– glado y con ropa nueva ... Nos citamos para la tarde en la plaza de las Platerías. Seguidamente a Teléfonos para dar cuenta a nuestros familiares y amigos de que hemos cumplido felizmente nuestra misión. De aquí a la Ciudad de Lona, siguiendo las indicaciones recibidas horas antes. Esta Ciudad de Lona ocupa un recinto espacioso y está constituída por un número que no podemos precisar de tiendas de cam– paña, de lona (de ahí el nombre de esta «urbanización») ; goza de un conjunto de servicios, tales como aseos, comedor, lavandería, etc., y cree– mos oír que tiene tres mil camas. No hay más que un edificio de fábrica, donde están instaladas las oficinas; desde la puerta de cristal advertimos que se las ven y se las desean para proporcionar alojamiento a cuantos muchachos de la OJE vienen a Santiago para el día de la fiesta: el telé– fono llama sin cesar a distintos centros y colegios de Santiago y de los alrededores solicitando albergues , porque la Ciudad de Lona se encuen– tra archisaturada. Como el Burgo de las Naciones, como ... Comproba– mos, pero sin amargura, que los peregrinos a la antigua usanza, a cuyo arrimo se ha montado todo el tinglado propagandístico, somos de hecho los grandes desconocidos ... Por la tarde, y sin previo acuerdo, nos encontramos de nuevo reuni– dos casi todos bajo el mismo techo ; hemos coincidido en la residencia universitaria que radica en el monumental convento de San Francisco los dos cruzados, Alfredo y Johan, Santi y Márquez, José Mari y yo. Lo de Márquez merece capítulo aparte. Es sabido que un buen día apareció en la televisión un funcionario de Información y Turismo y de– claró, entre otras cosas, que todo peregrino que arribara a Santiago q.e Compostela habiendo hecho a pie los últimos doscientos (¿o trescientos?) kilómetros, tendría alojamiento gratuito durante tres días en el antiguo Hospital de Peregrinos) hoy Hostal de 7,os Reyes Católicos) de cinco es- 83

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