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y cortar por lo sano, ya que dichos señores, amparados en su superiori– dad numérica y en que están en su tierra, me lanzan sus «argumentos» con guasa y recochineo: -Miren ustedes -les digo-; una cosa es que no se pueda demostrar un hecho histórico y otra muy distinta negar que se haya dado tal hecho histórico. Paso porque no podamos demostrar científicamente que los restos humanos que se veneran en la basílica compostelana sean en verdad los del apóstol Santiago; pero tampoco me pueden aducir pruebas que lo nieguen. Hay muchas verdades o hechos auténticos en la vida que ad– mitimos todos y son verdaderos, aunque no siempre se puedan demostrar. - Convénzase de una vez -me interrumpe el más decidido-, y siento se quede defraudado después de todos esos kilómetros que usted dice ha hecho a pie; todo eso de Santiago es un puro cuento, un camelo. Sólo es verdad lo que se puede demostrar. Me convenzo de que no cabe más diálogo y, midiendo bien mis pa– labras, termino con este argumento ad hominem: -Yo no dudo en absoluto de la honorabilidad de sus progenitores, a quienes no conozco, como pueden suponer; pero ¿podría usted demos– trarme científicamente que es hijo de su padre? ¿Y usted? ¿Y usted? Ante una pregunta tan inesperada por parte de ellos, se quedan cor– tados y desarmados, se dan media vuelta y yo, después de hablar por te– léfono, subo a acostarme. Siento cierto desabrimiento; hubiera preferido que la conversación hubiera tomado otros derroteros, pero mis interlocutores no querían luz precisamente. Ellos me han obligado ... (39). 18 DE JULIO: SARRIA- PORTOMARIN (22 KM.) Hemos dormido como unos troncos, o como unos lirones, es decir, profundamente; la jornada de ayer, aunque no muy larga, nos resultó excesivamente dura por culpa de la lluvia y necesitábamos descansar. El sol ha madrugado más que nosotros y alegra nuestra habitación; en contraste, la sensación de humedad que provocan las ropas al vestir– nos es de lo más desagradable. Y las botas ... ; las botas están tiesas y duras como si fueran de madera; y, lo que es peor, han empezado a abrir– se y «parece que están pidiendo pan», que dicen en mi pueblo. No en vano llevan sus buenos dos mil kilómetros, según mis cálculos. ¡A ver si resis– ten hasta Santiago! Así como la suela del calzado se ha desgastado alar– mantemente, observo también que el bastón ha menguado cosa de unos diez centímetros, por ser de madera blanda y carecer de contera de hierro. 71

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