BCCCAP00000000000000000001783
comunicamos las pequeñas peripecias de la peregrinación; todos tene– mos nuestras pequeñas anécdotas y nuestros ratos de humor, a todos nos ha acechado la depresión y el desaliento y actualmente todos vibra– mos con la misma gran ilusión de alcanzar muy pronto la meta suspirada: Santiago de Compostela. Con tan fausto acontecimiento nos permitimos el lujo de echar una partidilla a los naipes. A la hora de liquidar la cuenta de la comida, parece que las sumas no cuadran, pero todo se soluciona bien. El camino que seguimos esta tarde no es mejor que el de ayer, por– que encima de ser de suyo bastante áspero se ha convertido a trechos en un barrizal; por si esto fuera poco, una lluvia impertinente hace acto de presencia de tiempo en tiempo. Formamos un grupo compacto y numeroso; somos doce los peregri– nos: Cholo y Manolo; Santi y Márquez; Alfredo y Juan, los dos cruzados (no sé quién los ha bautizado así a los dos bachilleres de Madrid, por el hecho de llevar una cruz a guisa de bordón) , y nosotros cuatro. Y el perro que no nos ha abandonado en todo el día y que ya se atreve a cruzarse por entre nosotros: « ¡Hermoso animal! -exclama Alfredo-; no me impor– taría que fuera mío», y le cuelga el nombre de Tarzán. Fatigados, más que por la, distancia recorrida, por el esfuerzo de la mañana y por las inclemencias de todo el día, llegamos a un grupo de casas, donde nos detenemos en espera de que pase el enésimo chaparrón. Tarzán se mete también en el cobijo y recibe nuestras caricias agra– decido. Desconocemos el nombre del lugar en que nos encontramos, ya que el habitat gallego es muy disperso, según venimos observando, y nos resul– ta imposible precisar dónde comienza un pueblo, como unidad adminis– trativa, y dónde termina. No es tampoco cosa que nos preocupe demasia– do: nos basta con saber que hemos hecho ya unos treinta kilómetros, que no nos hemos desviado del Camino. .. y que cerca hay un pajar donde hacer noche en caso de apuro. Sin embargo, y a título meramente personal, expongo que yo no con– sidero prudente, al menos para mí, quedarme aquí, porque voy muy mo– jado por la pertinaz lluvia y temo correr el riesgo de pillar una pulmo– nía; apruebo la decisión que algunos manifiestan de quedarse aquí y me gustaría que ellos reconocieran también mis razones. A mayor abunda– miento, presumo que Sarria no puede quedar lejos. De mi misma opinión son Antonio y Juan. Preguntamos a un ancia– no por la distancia de Sarria y nos responde que no hay más que «dos legua11». 69
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz