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Llega Antonio en compañía de Alfredo García y Juan Rivas, que así se llaman los peregrinos burgaleses a quienes ya conocemos de vista; entran ponderando la dureza de la marcha de esta tarde. Uno de ellos -Alfredo- cuenta con gracia cómo se han encontrado con un vaquero (el mismo con que nos hemos tropezado nosotros) y que él le ha pregun– tado casi con desesperación: « ¡Oiga usted, buen hombre! ¿Esta subida no termina nunca?» A lo que el interpelado ha respondido filosófica– mente, quitándose la pipa de entre los labios: « ¡Ya se baixará! ¡Ya se baixará!» La conversación se prolonga animada y a la alegría que nos inunda por el triunfo de esta tarde, se añade la de haber encontrado otros dos compañeros de viaje. Durante la cena en el parador, el padre Valiña nos busca alojamiento (el parador está completo) y nos entrega sendas botellas de vino, especialmente embotellado para los peregrinos, obsequio de los mineros de la mina Santa Bárbara. Pernoctamos en distintas casas del pueblo. 17 DE JULIO: CEBRERO - SARRIA (36 KM.) A semejante día de calor, «que se asaban los pajaricos», ha sucedido una noche pasada por agua, en vista de lo cual retrasamos el despertador hasta las siete. Bajo una ligera llovizna nos encaminamos a la hospedería para desa– yunar y despedirnos del padre Valiña, que tan gentilmente se ha portado con nosotros; dialogamos sobre la conveniencia de quedarnos o de echar– nos al monte con tales condiciones climatológicas y uno sentencia: «Si aquí, en Galicia, vamos a esperar a que se asegure el tiempo, lo mismo nos pasamos todo el verano esperando ... » En consecuencia, y tan pronto escampa un poquito, salimos decididos y animosos. Nos dicen que los de Ponferrada han dormido en la escuela, sobre el santo suelo; vemos asomados a la ventana de un pajar a los ex– ploradores de Oviedo; de los de Burgos no tenemos la menor idea. Comienza a llover y aligeramos el paso; muy poco después vemos a los dos burgaleses, que nos han cogido la delantera y están a la puerta de una caseta, guareciéndose de la lluvia. Seguimos hasta Linares y nos introducimos en una venta, a ver cómo pasa el chaparrón de turno; hay aquí almadreñas, esquilones, botes de conserva, pozales de plástico y de cinc, lejía, collares de castaño para vacas y ovejas, botas de agua, roma– nas, rastrillos, pescado en aceite, sopas .. . y mil cosas más en un bello desorden. También venden vino, o vitamina, que es igual. El hermoso perro que nos sigue desde Cebrt;irO no ha adquirido todavía la confianza 67
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