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El cielo está plomizo y debemos calcular muy bien las distancias para evitar el posible remojón. El valle es estrecho y la vegetación abundante. En Pereje nos saluda, por fin, la lluvia y nosotros nos cobijamos bajo un frondosísimo castaño, a la orilla de la carretera. Rafa, enredando con el bastón entre las hojas caídas, halla una cosa larga, como una culebra muerta, según cree en un principio; Antonio, que profesa hacia esos bichos una repugnancia invencible, escupe y se retira instantivamente y entonces el chaval le persigue arrastrando con el bastón la tira de cau– cho (que eso es y no culebra lo que ha descubierto) y la broma casi nos cuesta un disgusto. Más serio es el percance que sufro en Trabadelos: venimos observan– do a lo largo de varios kilómetros las obras de infraestructura para me– jorar el trazado de la radial N-VI, tales como muros de contención, mo– vimiento de tierras, desvíos, etc., ya que la carretera actual es absoluta– mente insuficiente e inadecuada para las necesidades modernas, máxime gozando de tal categoría; es tal la angostura de la calzada a su paso por Trabadelos que, a pesar de ir yo pegado a la pared de las casas, un enorme camión roza literalmente mi mochila y a poco más en este pueblo termi– na mi peregrinación. El susto queda para mí solo. En un ventorrillo, cerca de Portela, saboreamos el queso del país; en el mismo momento entra un grupo de exploradores de Oviedo que vienen andando desde Ponferrada, acompañados de un profesor. Van a Santiago. Charlamos un rato animadamente y todos juntos continuamos hacia Ambasmestas. Un gran cartel en medio de un prado nos hace un guiño sarcástico: «Con Iberia ya habría llegado. » ¡Muy gracioso! Ambasmestas. Nos dicen que la población se acerca al medio cente– nar de vecinos; se respira aire de fiesta y la gente viste endomingada : «Es que el nuevo párroco, ¿sabe usted?, ha restablecido la fiesta de la Virgen del Carmen, como en aquellos tiempos. » Disfrutamos un rato de la conversación con estos sencillos aldeanos ; las azucenas en flor perfuman el ambiente; es un relajamiento y un des– canso. Los «scouts» continúan su marcha. Otro cartelito de Iberia. Ruitelán. De nuevo los «scouts,,, que están haciendo tiempo para refrescarse luego en las limpísimas aguas de un arroyo (¿el Valcar ce ?). Examina– mos nuestra cartografía, la hoja número siete, ¡la penúltima!: la radial N-VI nos conduce al puerto de Piedrafita, pero el camino de la izquierda, el auténtico y viejo Camino de Santiago, nos guía directamente al cele- 64

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