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Aunque ayer pedimos a la gente del lugar toda suerte de detalles, examinamos con atención nuestra cartografía. «Hoy pasaremos por FoN– CEBADON y CRUZ DE FERRO», anuncia con énfasis José Mari; y nosotros, contemplando de nuevo las versalitas con que figuran en el mapa ambos términos, nos reafirmamos en la idea de que «aquello» tiene que ser algo grande y legendario. Se nos presenta una jornada de auténtica montaña, sin pisar ni ver el asfalto; una verdadera excursión. Estupendo. Nos adentramos en el monte; llevamos en la mano la cartografía para así consultarla a menudo y no extraviarnos. Es una de esas maña– nas frescas, de las que invitan a caminar; me hago la ilusión de ir reco– rriendo cualquiera de esos tranquilos y serenos parajes baztaneses. -¿Sabéis de qué me acordaba anoche? -interrumpe José Mari-; de aquel pasaje que relata Baroja acerca de un viajero que sube a la ha– bitación de la posada, con las sábanas que huelen a hierba, mientras se oye el ruido de la lluvia en el tejado y el viento que muge ... (31). Primera bifurcación del camino; tras una rápida consulta, nos incli– namos por el camino de la izquierda, no sin antes formar con piedras una flecha en el suelo, en consideración al grupo de franceses que, sin duda, nos seguirán los pasos. Más adelante, una vieira grabada en un mojón nos indica y nos con– firma que hemos acertado el camino. Santa Catalina de Somoza, un pueblecito perdido en el monte... Más casas que ignoramos si pertenecen a Santa Catalina o a El Ganso, que es el villorrio siguiente; un anuncio de una bebida extranjera nos invita a desviarnos hacia la izquierda: necesitamos algo líquido para em– pujar las riquísimas mantecadas de Astorga con que hoy nos obsequia Antonio. Breve descanso. De vuelta al camino que habíamos abandonado transitoriamente, en– contramos a varios de los franceses, parados, consultando sus mapas. Es evidente que siguen nuestras huellas, sin descuidar por eso el examen de sus guías de peregrinación; ese giro a la izquierda que hemos efectuado los ha desconcertado algún tanto, como podemos muy bien comprobar. Seguimos adelante y ellos se quedan a la espera del resto de la expedición, que, según nos participan, han regresado a Castrillo en busca de pan. Ermita del Cristo de la Vera Cruz. Un poco más y Rabanal del Camino; aprovechamos la fuente pública para asearnos; unas vacas de ojos húmedos e inexpresivos, que han ve– nido a abrevar, esperan pacientes a que desalojemos. 57
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