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samaritano que nos presta desinteresadamente un henil ; Rafa se ve con esta noticia más contento que un chico con zapatos nuevos, no así Anto– nio, a quien la solución no le hace ni pizca de gracia. Van, pues, en busca de una señora que alquila camas y ésta, si bien de momento y de pre– sente, se aviene a contratar una, más tarde se echa atrás y envía un recado con la negativa. Antonio no se resigna y consigue, por fin, que le encuentren habitación en otra casa. Vuelve entretanto el hijo de la dueña de la taberna, que había ido por el pueblo en busca de pan (no es fácil que en una casa tengan tanta pro– visión como para los que hoy nos hemos reunido) , y nos sirven la cena a la luz de unas velas, porque alguna chispa ha debido de estropear el transformador inmediato. «Así cenarían aquellos peregrinos», comen– tamos. Una de las muchachas francesas, más decidida, se acerca a nuestra mesa para rogarnos que les cantemos el «romance Cielito lindo, que nos gusta mucho»; como sucede a menudo con estos cantares, no sabemos bien la letra, pero tampoco es cuestión de desairarles y en unos segundos se organiza un orfeón internacional. ¡Hasta la tabernera mete baza en el canto del estribillo ! Es noche cerrada y acompañamos a Antonio hasta la casa en que va a hacer noche; luego nos vamos al pajar de Aquilino. Aquilino se llama nuestro buen samaritano; durante la guerra anduvo por tierras navarras, según nos cuenta, y conserva un buen recuerdo de nuestro pueblo; viene con su hija y nos franquea la puerta del henil: es un local pequeño y la altura del heno es considerable. Nos recomienda que no fumemos ni en– cendamos velas («No se preocupe, que no fumamos ninguno de nosotros»); Rafa enciende la linterna eléctrica para que el buen hombre se tranquili– ce y para que podamos acomodarnos. -A la paz de Dios -se despide Aquilino. En la calle continúa lloviendo. 14 DE JULIO: CASTRILLO DE POLVAZARES-RIEGO DE AMBROS (34 KM.) ¡Ni Salomón en sus días de gloria dormiría tan a placer como lo hemos hecho nosotros en el heno! (que ha descendido lo suyo a lo largo de la noche). Nos levantamos a las seis y buscamos a Antonio; el empedrado de las calles está limpio y brillante gracias a la lluvia. 56

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