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Sin perder el ritmo vamos dejando atrás el río Porma y los poblados de Villarente, Arcahueja y Valdelafuente y llegamos al Alto del Portillo: allá abajo se divisa el río Torío con su playa y detrás la capital del viejo reino leonés. Un indicador: León. Calculamos como unos cuatro kilómetros más para alcanzar el centro de la ciudad. Mientras descansamos en un bar, que parece un pequeño museo de historia natural, unos clientes discuten sobre la posibilidad de llegar a Santiago caminando desde aquí en tres jornadas por no sabemos qué ca– minos; como no tenemos la más remota intención de probarlo, y encima no nos lo creemos, tampoco prestamos demasiada atención. Por cierto: ¿cuántos kilómetros hay hasta Compostela? Según nues– tra cartografía, quedan doscientos ochenta y dos, mas sin abandonar el Oamino; los indicadores que vamos encontrando dan una cifra bastante su– perior, pero se refieren a la carretera. Como nosotros alternamos ambas rutas, echamos una cantidad intermedia, como unos trescientos veinte ... U!l día más o menos nos tiene sin cuidado. No han dado las doce del mediodía cuando nos paseamos la mar de satisfechos por las calles de la ciudad (28). Vamos directos a la oficina de Correos y la encontramos cerrada; un fotógrafo nos corta el paso al llegar a la plaza de la catedral y nos saca una fotografía para la prensa local, según nos dice. Seguidamente, y en vista de que no podemos albergarnos los cuatro en la misma pensión, por falta de camas, Antonio y Rafa se quedan en uno y José Mari y yo nos acogemos a la proverbial hospitalidad de los capuchinos. Gran parte de la tarde la dedicamos a la contemplación y visita de la Pulchra Leonina, maravillosa catedral gótica, quizá la más hermosa de España; no nos cansamos de admirar la fina labor en piedra y la perfec– ción y colorido de Is múltiples vidrieras. No sé quién dijo que estar dentro de la catedral de León produce la sensación de hallarse encerrado en el interior de una joya, y algo de eso nos ocurre a nosotros. Vemos que va a comenzar una misa en la capilla catedralicia de la Virgen del Camino, acudimos a oírla y tenemos la suerte de encontrarnos con los otros dos compañeros. Juntos los cuatro, proseguimos nuestra visita turística. A orillas del Bernesga está la que fue casa primada de la Orden de Caballería de San– tiago, cuya fachada plateresca del siglo XVI examinamos con deteni– miento, y que hoy es asiento del gran Hostal de San Marcos. Aquello de que «fiel a su tradición de acoger a los peregrinos, nos ofrece el mejor confort en la cadena hotelera española e internacional», que leemos en 51
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