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Amanece. Llegaremos a tiempo a Carrión de los Condes. Comienzan las grandes rectas. En Revenga de Campos me detengo a beber en la fuente pública y a descansar un ratillo; mis compañeros siguen su camino. Otra vez en marcha. Me sorprende que una sala de baile tenga, en lugar de un nombre exótico, que es lo que se estila, el nombre de un santo; no necesito restregarme los ojos, que el anuncio reza bien clarito: Salón de baile San Antonio. ¡Cosas veredes ! Pocos metros más adelante, dos individuos -hombre y mujer- apa– rejan unas mulas; nos saludamos brevemente; ellos también peregrinan a Santiago. Alcanzo a mis compañeros, que me esperan sentados junto a un mojón kilométrico (¿el siete?) y les doy el parte. «Por las señas que nos das -interviene José Mari-, tienen que ser José María Jimeno Jurío y una tejana, Emilia Brown, que marchan a Santiago a lomos de mula. El otro día leí en el periódico una entrevista que les hicieron en Logroño... Ahí llegan... » -Buenos días. -Buenos días. -¿No es usted don José María Jimeno Jurío? - ¡C... ! ¿De dónde eres tú? ¿ Cómo te llamas? -Yo también soy navarro, pero no nos conocemos, me parece. -No os perdáis la iglesia de Villasirga -y continúan sin dete- nerse (23). Poco después estamos en Villalcázar de Sirga, o Villasirga, donde se venera la famosa imagen de la Virgen Blanca, del siglo XIII, celebrada en las Cantigas del Rey Sabio. La iglesia está cerrada (24). Los «tejanos» otra vez. Llevamos hoy una marcha desorganizada que no afecta a la armonía que reina en el grupo: ahora se adelanta uno, luego es otro el que se retrasa y volvemos a reagruparnos en los des– cansos. Durante uno de ellos nos adelantan dieciséis o dieciocho bicicle– tas tipo tándem que pasan veloces: las ocupan chicos y chicas franceses. Todos los medios son buenos para ir a Compostela. Cerca ya de Carrión soy yo quien se adelanta porque me angustia la sed; los demás se tumban en un prado. Un bar, el palmero consiguiente y ... a esperar. En vista de que tardan mis compañeros, vuelvo sobre mis pasos y me siento en un poyo a la entrada de la población ... hasta que se detiene junto a mí un coche que anda en mi busca: resulta que los com- 44

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