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Cruzamos un puente sobre el Pisuerga y henos ya en la provincia de Palencia. Son las nueve y cuarto. Unos álamos bordean nuestro camino; rebasamos el canal del Pisuer– ga; un lagarto, que sestea a su orilla, se espanta y se esconde al oírnos: ¿para qué molestarlo? Nos adelanta una pareja de ciclistas: - ¡Hasta Santiago! - ¡Hasta Santiago! Rectas ... , trigales ... , páramo ... , mosquitos y un sol implacable y abra– sador... Parece que a lo lejos se distinguen unos árboles y unas casas: ¿será Boadilla del Camino de nuestra cartografía o será un espejismo? ¡Es Boadilla! ¡Por fin! ¡Ya hemos llegado! En un bar nos esperan un tanto preocupados Antonio y Rafa; es grande la alegría del encuen– tro. En un periquete despachamos el almuerzo, sin pan, porque se les ha terminado, y vaciamos con avidez toda una botella de vitamina V -¡qué sed teníamos!-; nos referimos entre tanto las incidencias de esta du– rísima mañana. Ya ha pasado lo peor. Dos raras curiosidades nos es dado contemplar antes de abandonar este pequeño pueblo: un antiquísimo trillo de pedernal, jubilado después de una vida «arrastrada» y que cumple ahora con la misión de puerta de una vivienda, y un rollo gótico -la temida picota- de extraordina– ria belleza. Los cinco kilómetros que nos separan de Frómista los recorremos, después de muy bien aleccionados, por el viejo Camino, el auténtico, ca– mino polvoriento si los hay. Y, como es de imaginar, a pleno sol. Según nuestra cartografía, la distancia real entre Castrojeriz y Fró– mista es de veintidós kilómetros (que se han convertido en más de treinta por culpa de nuestro error inicial) y la hemos cubierto en un tiempo récord, ya que hemos llegado a la meta al filo del mediodía, lo que nos ha exigido un esfuerzo no digo sobrehumano, pero ... Podríamos alcanzar Villalcázar de Sirga esta misma tarde; son trece kilómetros y suponemos habrá albergue; ahora bien, no conviene forzar la máquina; ítem más, según Antonio, unos amigos suyos nos esperan mañana en Carrión de los Condes, que está a la vuelta de la esquina (¿qué son para nosotros diecinueve kilómetros, si los emprendemos bien descansados?) , nos es– peran -añade- con una suculenta cangrejada. Son dos motivos más que sobrados para que hagamos hoy en esta villa parada y fonda. Y nos vamos a la fonda La Marisa, donde comemos y encargamos hospedaje. En honor de nuestro santo patrono, san Fermín, tomamos 42
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