BCCCAP00000000000000000001783
no ha de poder dormir en el suelo, se ha permitido buscar una pensión para los tres. No se hable más del asunto. Durante nuestra cena en el bar, se acercan los dos de Pamplona y co– mentamos largamente nuestras marchas respectivas; sospecho con ale– gría que hemos ganado dos nuevos compañeros. De momento quedamos en que les despierte yo mañana al estrenar la jornada. 4 DE JULIO: VILLAFRANCA MONTES DE OCA - BURGOS (36 KM.) Nos levantamos a las cinco y media y nos da en la nariz de que la noche ha sido muy corta, demasiado corta. Nos lavamos como los gatos (no hay agua corriente) y salimos a la calle; me detengo para despertar a los pamplonicas, según lo acordado, y Antonio y Rafa siguen por delante. Camino en solitario. Una jauría de perros alborotadores que acompa– ñan a un jinete por el carretil que conduce a la ermita de la Virgen de Oca, a mi izquierda. La mañana está fresca; ha llovido durante la noche y la niebla se agarra a las copas de los árboles que visten el monte. Continúo solo, enfrascado en mis pensamientos; tiene, sin duda, un encanto especial percibir el despertar de las aves en el bosque umbrío y silencioso una mañana de verano ... Sin darme cuenta corono el puerto de la Pedraja (1.150 m.), cuya as– censión me ha resultado incomparablemente más hacedera de lo calculado. Cuando consigo alcanzar a Antonio, éste ríe a mandíbula batiente: mo– mentos antes ha alcanzado él, a su vez, a Rafa, que se le había despega– do, y lo ha sorprendido en medio de la carretera y con el cuchillo de monte en la mano, dispuesto a vender cara su vida: «He oído un ruido entre las matas y he creído que sería un lobo», le ha dicho sin más explicaciones el chaval. Celebramos la anécdota y charlamos animadamente, en tanto que des– cansamos unos minutos sentados en un pretil. Al rato vemos aparecer, a buen paso, a José Mari Porres; poco des– pués se acerca Xavier Zubiaur, enfundado en su chubasquero rojo. Nos gusta sus maneras de caminar, y eso que no se encuentra bien, según nos lo confiesa él mismo. Todos juntos desembocamos en una gran explanada cubierta de hierba: Valdefuentes. Allí, a la izquierda, hay una fuente, la Fuente del Carnero, así llamada porque arroja el agua por la boca de una cabeza pétrea de carnero; la rodean unos rústicos bancos de piedra. «Con la victoria nos vino el agua», comenta José Mari al observar la fecha que lleva grabada. Xavier aprovecha para tomar su ración de glu- 31
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz