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Gracias al día completo de descanso nos encontramos como nuevos y con la moral muy alta. Abandonamos la ciudad. Una gran balsa a la izquierda de la carrete– ra: debe de ser el embalse de la Grajera. No hemos entrado en calor, como aquél que dice, y se nos presen– ta el primer cartel anunciador de la ruta de Santiago: «A Santiago: 667 km.» Una extraña sensación, como un escalofrío, nos sacude el cuerpo: sabemos muy bien que en Puente la Reina (Navarra) confluían los caminos europeos que entraba en España por Somport y por Ron– cesvalles y que se daba una nueva fusión en Logroño con el que traían los procedentes del Levante español (el que hemos seguido nosotros); pero es ahora, en este instante, cuando en realidad nos sentimos inmersos y confundidos con aquella. muchedumbre ingente, innumerable, de pere– grinos que desde todos los puntos de Europa nos han precedido por este mismo lugar en su visita a la tumba del Apóstol a todo lo largo de la Edad Media ... Ahora es la N-120 la que nos conducirá a Nájera. Amanece. Sobre una loma se recorta una torre en el horizonte: es Navarrete. Pasamos de largo, rodeando el pueblo. -¡Un ataque! ¡Un ataque! -grita de pronto Rafa, todo alborozado, ante la inesperada vista de una hermosa fuente a la derecha de la carre– tera-. Mana abundante y tiene una gran pila o abrevadero donde remojar los pies y buen acomodo para sentarnos; frente por frente, a la otra parte de la carretera, nos es dado admirar un pórtico románico que, según reza el folleto de Información y Turismo que llevamos, y que consulta– mos, perteneció a un hospital para peregrinos mantenido por la Orden de San Juan y que hoy da acceso al camposanto; unos chopos completan el cuadro. Nos detenemos a almorzar. El agua está fresca y deliciosa; pero pre– ferimos remojar con vino nuestras provisiones. Y, como dice el otro, «así irá mejor repartida la carga». Nuevas fotografías para el recuerdo. Según el mismo texto informativo, Nájera se encuentra a quince ki– lómetros; calculamos que podremos llegar entre las once y las once y media. La suave subida de los primeros kilómetros se ve compensada por el ligero y continuado descenso de los demás y el programa se cumple: a las once pasamos delante del polígono industrial de la que en tiempos fuera corte del Reyno de Navarra (6). Cruzamos el Najerilla por el puente que levantó San Juan de Ortega y preguntamos por el monasterio de 25
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