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ve a nadie. Bueno, esto es un decir, porque allí está ladrándonos con todas sus fuerzas un perrazo, sujeto con gruesa cadena. Nos acercamos a la portería y el religioso que nos franquea la puerta y nos invita a pasar, previa la presentación de nuestros documentos per– sonales, como debe hacerse, nos manifiesta su contrariedad por hallarse solo y no podernos atender como a él le gustaría: «Precisamente hoy han marchado de vacaciones los muchachos internos y los Hermanos han aprovechado para tomar un día de asueto. Pero no se preocupen; no sé cómo, pero no les faltará cena ni cama... ¿Sabe alguno de ustedes co– cinar? Esto simplificaría las cosas.» Por algo nos daba en la nariz que la casa estaba vacía ... Lo que más nos urge es asearnos y eso es lo que hacemos; en el ínterin regresan al– gunos de los religiosos y comparten con nosotros su cena. Momentos des– pués estamos durmiendo a pierna suelta en el amplísimo dormitorio de los colegiales. 30 DE JUNIO: CALAHORRA- LOGROÑO (45 KM.) A pesar de que nos previnieron ayer que los perros de la casa no eran peligrosos, tomamos, no obstante, nuestras precauciones cuando aban– donamos el colegio de los Misioneros, sigilosamente, para no despertar a nadie, a las cuatro y media de la madrugada. La caminata que hoy nos espera es también respetable y no estará de más aprovechar las primeras horas del día, máxime si nos viene en– cima, según barruntamos, una jornada calurosa. ¿Qué pueblos son aquéllos que apenas percibimos en lontananza ... ? Está archidemostrado que deberíamos habernos provisto de unos mapas más detallados; los que llevamos no son de mucha utilidad para los peatones. Para las seis y media de la mañana llegamos a El Villar de Arnedo, que dista de Calahorra casi doce kilómetros. ¡Va bien la cosa! Pese a lo temprano de la hora, unas lavanderas se encuentran ya en plena faena en el lavadero público y, lo que es más extraño, está abierto el bar. No nos vendrá nada mal tomar alguna cosilla para entonar el estómago; pero, ¡amigo!, entramos dispuestos a pagar religiosamente nuestra con– sumición y resulta que no hay leche, no hay café, no hay batidos ... El más ciego vería que lo único que hay, y eso de sobra, es mal café) por lo que ahuecamos el ala ante tanta amabilidad y tenemos que contentarnos con un trago de agua fresca de la cercana fuente. El paisaje va cambiando paulatinamente; se ha recortado ya la in– mensa llanura de los primeros días y abundan las suaves colinas y las 21

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