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(35) Es el autor de la obra tan práctica de que se habla en la nota 2. (36) El santuario del Cebrero es del siglo IX y ha sido restaurado recientemente. La tradición nos cuenta cómo un paisano de Barjamayor subió al Cebrero a oír misa en medio de una horrorosa tempestad; el ce– lebrante menosprecia en su interior la devoción del sencillo aldeano y su confusión es inmensa cuando comprueba en el momento de la consagra– ción que la hostia se ha convertido en carne y el vino en sangre que hierve y enrojece los corporales. (37) Y desde este instante Alfredo García y Juan Rivas se convier– ten en nuestros compañeros inseparables. Su caminar desde el día 8 de los corrientes hasta la cumbre del Cebrero está recogido en el Anexo 3. (38) Alguien comenta -seguramente José Mari, que es el mejor in– formado- la antigua costumbre de los peregrinos de coger en Triacastela piedras y llevarlas hasta Castañeda, para que hicieran allí cal con destino a la fábrica de la basílica compostelana. El hospital de peregrinos se conservó hasta fechas recientes. (39) La tumba d.el Apóstol. Si mis interlocutores hubieran procedi– do de buena fe y buscado en nuestro diálogo la verdad, les podría haber precisado el estado actual de la cuestión referente al sepulcro y al cuerpo del apóstol Santiago. En 1878 el arzobispo de Santiago de Compostela se atrevió a me– terse a fondo en este asunto y aclarar en lo posible lo que hubiera de verdad o de fantasía popular en tradición tan arraigada. A este efecto, nombró una selecta comisión de teólogos, arqueólogos y médicos solven– tes que estudiasen el caso y dictaminaran en consecuencia, cada cual en sus esferas respectivas. Después de varios meses de trabajos y excavaciones, dieron con una cripta que tenía dos «cellas» o habitaciones. Esta cripta se encontraba exactamente debajo del altar mayor, siguiendo la primitiva costumbre cristiana; los materiales empleados y su disposición delataban bien a las claras la autenticidad de una construcción romana; coincidía con lo que afirmaba la tradición de que eran dos los compartimientos, en uno de los cuales estarían los restos del Apóstol y en el otro los de sus discí– pulos Atanasio y Teodoro. Pero la verdad es que no encontraron ningún. resto humano. Practicaron una nueva excavación en el ábside, en un lugar señalado con una estrella, ya que otra tradición aseguraba que en el siglo XVI, 99

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