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(30) Astorga, fundada por los romanos y sede episcopal ya en el siglo III, se enorgullece de su catedral gótica (con adiciones renacentis– tas y barrocas), el Palacio Episcopal de Gaudí, las Murallas, el Reloj de los Maragatos y sus riquísimas mantecadas. (31) No me resisto a transcribir íntegramente el fragmento a que alude José Mari: «Y luego, después de la cena, sube uno a dormir al piso principal, en una alcoba pequeña, ocupada casi completamente por una cama enorme de madera, con cuatro o cinco colchones y otros tantos jergones, y cuan– do se escala aquella torre y se estira uno entre las sábanas, que huelen a hierba, mientras se oye el ruido de la lluvia en el tejado y del viento que muge, se enternece uno, y casi con lágrimas en los ojos se cree más que nunca en que hay un buen papá allá arriba que no se ocupa de otra . cosa más que de poner camas mullidas en las ventas de los caminos y de dar suculentas cenas a los pobres viajeros.» (Pío BAR0JA, Cuentos Vascos. La Venta, al final.) (32) El castillo de Ponferrada es uno de los monumentos más bellos de la arquitectura militar del medievo español. Comenzó a edificarse a últimos del siglo XII; en tiempos recientes hubo quien pretendió cons– truir dentro de estas ruinas venerables ... ¡un campo de fútbol! (33) Villafranca del Bierzo. El peregrino que ha vencido el duro paso de Foncebadón y sus aledaños sabe apreciar la fecundidad y gala– nura de la región del Bierzo; los romanos ejecutaron aquí grandes obras de ingeniería para explotar las minas de las Médulas, en las que se dice que llegaron a emplearse simultáneamente hasta sesenta mil esclavos; en la época visigótica, el Bierzo se convirtió en una Tebaida poblada de monjes y ermitaños; los ~ozárabes dejaron un imborrable recuerdo, con sus iglesias de Santiago de Peñalba y Santo Tomás de las Ollas; de la Edad Media nos resta todavía la famosa herrería de Compludo y en Vi– llafranca la iglesia románica de Santiago, donde lucraban el jubileo los que no podían continuar adelante, y la bellísima calle del Agua, blaso– nada de escudos y engalanada con forjas. (34) Las «pallozas» son viviendas más o menos circulares, de pie– dra, con una cubierta cónica de paja. De origen celta, constituyen de suyo piezas únicas del Museo Etnológico que se proyecta montar en su inte– rior. Es tal el cansancio que llevamos que nos limitamos a echarles una ojeada por el exterior. 98

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