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PRENOTANDA Corría el año de 1966. Me encontraba entonces en Curiapo, Delta Amacuro, como nuevo párroco. Tenía ya dos años estudiando la Lengua Guarao, cuando se presenta el misionero Antonio Vaquero, acompañado de Dieter Heinen, joven antropólogo que iniciaba así su andadura por los caños del delta orinoqueño. Buscaba el misionero un buen narrador de las tradiciones guaraúnas por aquellas tierras. Como Vaquero tenía ya su curriculum como investigador y recolector de narraciones indígenas, se reservó el oficio de Director de la expedición y de Agente de Relaciones Públicas. Yo sería el guía y el técnico de grabación. Después de una larga velada en la que Celestino Tocory, narrador elegido por su popularidad, fue desgranando sus narraciones ante mi grabadorcito de rueda, compitiendo con gallos, perros y sapos, al ama– necer fresco y nebuloso de aquella noche en la pequeña colina de Las Piedritas del Río Acure, quiso Celestino, cuando partíamos, desahogarse de sus contratiempos y conseguirse consejo y aliados en su disputa con el criollo Cruz Díaz, cobrándose de paso como es de rigor un favor con otro favor, si bien ya se le había remunerado su hospitalidad y su recitación. No tenía yo entonces conocimiento suficiente del guarao como para entender este encendido alegato, pronunciado con pasión y celeridad, a media voz que se entrecortaba y perdía. Pasado el tiempo, intenté una transcripción, pero las condiciones adversas de la copia que poseía de la grabación original no me lo permitían. Por otra parte, lo poco que podía entender me desaconsejaba el esfuerzo, dado que la lucha implacable emprendida entonces por los gobiernos "democráticos"
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