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CAPITULO I PREDOMINIO DE LO AUTENTICAMENTE COMUNITARIO SOBRE LO INDIVIDUAL Hemos dicho que el hombre es social, comunitario, por esencia; y sólo se realiza como tal en comunidad. En la actual Iglesia, como en la sociedad, no tenemos comu– nidad, sino masa; que es lo mismo que decir, individuos sueltos, no integrados... El individuo religioso, desde su ser de hombre (no olvidemos que lo sobrenatural entraña el desarrollo de lo natural, y lo natural pide por sí mismo comunidad), pide también del modo más imperativo de su entraña humana, vivir esa vida religiosa comunitariamente. No hay comunidad eclesial, donde no hay comunidad huma– na, porque lo religioso, repetimos, se cimenta en lo natural; y las masas de fieles de nuestras iglesias, nada tienen de comunidad, pues no cumplen los requisitos más elementales de la misma ni siquiera a nivel estrictamente humano. (1). (1) Al estudiar la sociedad, los autores distinguen comunidades de dife– rentes tamaños, incluyendo entre las mayores, las que abarcan toda una nación, y hasta todo el mundo: Cfr. CARRIER, PIN, o. c., p. 319. Y también FICHTER, J., «La sociedad», Edit. Herder (Barcelona), 1969, 469 ps. Aunque se cumplan, aunque sea muy latisimamente, los requisitos indispensables de comunidad en esos grupos señalados, creemos que -93-
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