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nalizado» en la vida social suelen ser precisamente las relaciones con las instituciones y con los servicios oficiales» (34). Creemos que es todo lo contrario: «en la moderna sociedad» de lo que se tiende a huir es del anonimato, y en el fondo del compuesto humano, lo que se pretende hallar en esos grupos, es su nombre, quién es; en una palabra, se pretende encontrarse a sí mismo, porque se hallaba perdido. Sí que es cierto que son reacios a organizarse confesional– mente, pero creemos que es por la carga afectiva en contra que tiene esta expresión, y sobre todo, porque toda organización, más, confesional, y más, de tipo católico, implica una «jerarquía» de la que todos somos testigos por la historia, de lo que ha absorbido y despersonalizado a las personas, sin dejarlas en esa libertad evangélica propia de los hijos de Dios. (No decimos que la jerarquía, más la que se sigue del Evangelio, sea mala; sino que en la historia, en muchísimos casos, ha sido fatal, sofocante, despersonalizadora y absorbente. Y que en muchísimos casos la Iglesia se ha apropiado unas estructuras absurdas, que des– personalizan y atenazan, y que no son ni evangélicas ni humanas). Respecto a su alienación laboral, y sobre su relación imper– sonal parcial, diremos que la obra que realice en esa Comunidad será suya, consciente, vivida, de compromiso, libremente elegida y libremente llevada a cabo; y todo, a nivel total, no parcial de la persona. Estas son las Comunidades Cristianas de Base, ésta su razón de ser a nivel estrictamente sociológico, y por esto han aparecido, o se han hecho más patentes ahora; quizás también por con– traste, por ser la sociedad que más las contradice, por ser la que menos se parece a ellas. (34) USEROS, M. o. c., p. 54. -86-
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