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práctica con frecuencia en la Iglesia de «ordeno y mando») que • despersonaliza; sino unidos todos en la misma tarea, a mandarse (responsabilizándose en la empresa) todos, no siendo nadie su– perior al otro. Al revés: según el espíritu evangélico, el que manda sería el servidor de todos. Quizá sea el único lugar de la sociedad donde la persona se vea absolutamente liberalizada de una tiranía (la peor, la de la sociedad en sí misma), y, por supuesto, en el único donde puede tomar decisiones sin verse condicionado por nada ni por nadie. Se puede objetar que en la familia. Creemos que tal vez no sea así, ni tan libre: vive a expensas de un horario de trabajo, de un horario familiar sujeto a ese horario de trabajo, de un bombardeo propagandístico... cuando no sujeto al inevitable pago de unas letras, como las del piso, electrodomésticos, estudios de los hijos... Quizá sea sólo en esa Comunidad, donde se tomen decisiones auténticamente libres, de compromiso... etc. Es evidente que esta sociedad inorgánica, y orgánica en , todos, desarrolla más la personalidad de cada uno. puesto que cada cual se responsabiliza, y se siente absolutamente solidario. Dice Useros que prefieren sus miembros que sean comuni– dades cristianas sin nombre, y que está creciendo el número de fieles que se manifiestan reacios a organizarse confesional– mente (33). Pero no estamos conformes en la razón que da, aunque, en cierto sentido, pueda tener su parte de ella, que lo prefieren así para garantizar más su anonimato, puesto que, dice «en la moderna sociedad urbana los hombres están aso– ciados y familiarizados en sus formas de pertenencia y de rela• ciones con el anonimato. Y en esa coyuntura, lo menos «perso- (33) Cfr. Ibídem, ps. 54-55. - 85-
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