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Las Comunidades Cristianas de Base, vienen a dar la mejor respuesta a todas estas dificultades que tienen planteadas las ciudades, y en ellas, la sociedad actual, que encarcelan al hombre en esos compartimentos estancos señalados, de los que tan difícil Je resulta liberarse, como son: la masificación, confor– mismo, anonimato, falta de mando y de poder, trabajo alienante, y relación impersonal parcial. Las Comunidades Cristianas de Base, son la mejor solución, repetimos, porque son comunidades de base primero, es decir: a nivel humano, sin lo que no puede darse nada posterior espi– ritual sobrenatural que venga; y segundo, porque son Comuni– dades Cristianas de Base, y como hemos señalado en otro lugar, éstas toman al hombre desde la raíz, desde la base más auténtica y profunda de su ser humano. Hay que buscar, dice Antonio Alonso, esas comunidades humanas liberadoras y personalizantes que son, por hoy, las Comunidades Eclesiales de Base (29); y que, como dice en otro lugar, están condicionadas en su aparición a estas circunstancias sociológicas vistas. «El fenómeno de las Comunidades Eclesiales de Base, dice, tanto como el de las simples comunidades natu– rales, se conjuga muy estrechamente en su aspecto sociológico. Ambas son necesarias para la plena realización del hombre y para el cumplimiento de la misión propia de ambas sociedades: la comunidad eclesial y la comunidad política. Y es sobre ésta sobre la que los bautizados operarán para insertar el Evangelio, servir de fermento, colaborar con ella sin olvidar su autonomía relativa y hacerla entender que el fin de todas las cosas está en el Señor» (30). Esta es una de las principales razones sociológicas, tal vez (29) ALONSO, A., o. c., P. 127. (30) Ibídem, p. 81. - 82 -

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