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más respeto a la sociedad). En este sentido, trabajo es algo cuya desaparición, en beneficio de la civilización, nos alegra. Pues bien: hoy el trabajo para las masas populares es, como siempre, un esfuerzo doloroso y violento, Pero lo peor es que «no conocen la obra, el resultado feliz de sus esfuerzos. Sus horas de trabajo no han conducido a una obra personal que sea la expresión de su personalidad; no han conocido más que el embrutecimiento, la rutina, la obediencia ciega, la nivelación, la despersonalización y, hablando francamente, la masificación» (21). Yen este sentido sí que es terriblemente alienante, pues sólo carga sobre los hombros de los trabajadores nada más que lo negativo y doloroso del trabajo, sin encontrar nunca esa satis– fación de la obra propia, realizada por y para sí, pues siempre es para otro, por ser un trabajo ajeno. El hombre quiere hacerse más y también más personal. Ve que este mundo que se cierra en la sociedad en que vive y que la absorve, le aliena, no le llena, en cierto sentido, contra su ser y apetencia más íntima de hombre, que es la de realizarse ple– namente como hombre, y se ve frustrado porque todo consiste en «hacer para otro». Dice Dale Carnegie (22), (pasando también a otro punto des– personalizador y anónimo), que una de las cosas que más influye para conquistar la amistad de una persona, es recordar cómo se llama, y decirla siempre por su nombre propio. (21) MARCIEL, H., «Una civilización de la libertad», en «La civilización del ocio», JANNE, H., y otros. Edit. Guadarrama, (Madrid) 1968. p. 108. (22) CARNEGIE, Dale, «Cómo ganar amigos e influir sobre las personas». Trad. 9.ª Edic., Edit. Cosmos, (Buenos Aires), 1944, 331 págs. - 74 -

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