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necesidades de todo tipo: vacaciones, coches último modelo, chalets... , para influir por y con esos sentimientos de necesidad, en la voluntad e inteligencia, y obligar a que queramos y obremos de una determinada manera. La vida social se ha controlado para todos, haciendo que todos obremos de un modo standar. Es verdad que los medios de comunicación social nos aproxi– man más, como hemos dicho: sabemos las noticias al minuto, es cierto..., pero también es cierto que nos despersonalizan al darnos las noticias que a unos pocos interesan, como hemos señalado, obligándonos a pensar de una misma forma, según los que nos las sirven. Esos medios de comunicación social nos bombardean con su propaganda. Automatizados y controlados, todo se nos sirve hecho sin dar lugar a la originalidad y a la iniciativa propias. Incluso nuestro propio comportamiento individual nos resulta cada vez más automático, estereotipado y controlado, mediante la presión y la propaganda que manejan finas técnicas psicoló– gicas, con las que se están posesionando de una manera inexora– ble de nuestra personalidad, en esta llamada «sociedad de masas». El hombre así queda despersonalizado, pues queda herido en la base de su personalidad como es el sentimiento (al que se le crean necesidades) la voluntad y la razón que terminan por querer y obrar lo que la publicidad le susurra. «El fenómeno de la masificación, dice Vela, lleva a las personas a una cantidad enorme de comportamientos condicio– nados (...) Actuamos «como» los otros actúan -y los «otros» también saben por qué actúan así»--, o como pensamos que los otros esperen que nosotros actuemos. Dejamos de ser agentes de nuestra propia historia para convertirnos en sujetos de la historia que otros realmente conducen (...) No rechazamos la influencia - 67 -

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