BCCCAP00000000000000000001781
y lo rechazan sin saber cómo, pero sienten en lo más profundo de su ser que no es exacta esa doble vida profana y religiosa a la que en la práctica están expuestos y viviendo, y que la persona y su conciencia les habla lo suficientemente claro que es equívoco y que a nada que se les aclare lo ven con una luz meridiana. Tener al hombre en esa dualidad, es como hacer que viva en dos mundos distintos, y a un nivel tan profundo que, como hemos dicho, lo toman y lo problematizan de hecho desde su ser más profundo de hombre, como es ser o no ser en esta vida y en la otra; y tal como antes lo hemos descrito en la realidad, esa tensión, a la que está expuesto, es demasiado aguda para su quebradizo ser humano. Las Comunidades Cristianas de Base centran al hombre en la sociedad, en la vida, en esa sociedad civil, la única que existe, en la que la Iglesia se halla, no yuxtapuesta o encima, y menos con el calificativo de «sociedad perfecta»; sino debajo; la última; humilde; sencilla; germinante, como un grano sembrado dentro de ella; oculta; pequeña si se quiere, pero valiente; pobre; sin privilegios (siendo el mayor de todos no gozar de ninguno); una más; como levadura en medio de la masa; como fermento; como Sacramento Universal de Salvación. Estas Comunidades Cristianas de Base dan un rostro a la Iglesia limpio; transparente; mundano, porque ahí se forma la Iglesia, en el mundo, y para él es, sólo para él. Fuera del mundo, muere. Si no tiene mundo, que es lo mismo que decir, hombres, no tiene razón de ser. Y el mundo donde se sostiene no es el mundo tierra, el mundo cósmico, el mundo en abstracto, sino el mundo que hace el hombre, el mundo del hombre; hablando en términos más técnicos, el mundo socio-político, consecuencia del obrar humano. -61-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz