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dimensión ultraterrena y eterna en juego. Si no haces esto, te mueres de hambre; si no haces todo lo contrario, te condenas. Es toda su vida natural de aquí, y su vida en el más allá, Jo que está en entredicho; y él en medio, jugando a una cosa unas veces, y a otras otra, siempre descontento e insatisfecho, porque esa contracción Je cuestiona su vida, y Je ponen en peligro nada menos que su fundamento de persona, su equilibrio psíquico, por ser toda ella una contradicción y, ¡esto es muy serio!, pues se ve así atenazado, como hemos dicho, desde su más profundo ser de hombre: desde su principio más innato y arraigado en su existencia: desde su principio de conservación natural (la socie– dad civil) y de su principio de conservación eterna (la sociedad eclesial); que si una Je aprieta y le duele mucho, la otra más. El hombre así, se halla dividido en una dualidad inhumana y antinatural; el mundo de la religión por una parte, y el mundo civil por otra. Y esto, la naturaleza humana no lo soporta y lo rechaza, porque ante todo el hombre es uno, y como siempre y en todas las ciencias es indivisible. En efecto; uno es indivisible en matemáticas, porque uno dividido por uno, siempre me da uno. Uno es indivisible en filo– sofía, por el principio filosófico de «unum est quod est indi– visum». Es indivisible en medicina, ya que si lo parto en dos, lo mato. Es indivisible en psicología, si uno llega a sentir o tener dos yoes es un esquizofrénico, que es una de las peores enferme– dades que se puede llegar a tener. Pues bien: uno que es indivisible en matemáticas, en filo– sofía, en medicina y en psicología, nos empeñamos en que sea divisible en sociología, y ante esto, y como sociólogo, yo me revelo. No sólo porque en buena lógica, si uno es indivisible en una ciencia lo es en todas las demás, sino porque tenemos en la práctica que las personas que se sienten así, no se hallan, - 60-
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