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Cierto que la vista y el contacto con los demás; el compartir la misma labor codo a codo; 'el sentirse solidario en una empresa común; y el no defraudar al compañero, cohesiona el grupo, y al fin lo hace mucho más efectivO. Si tal vez la sociedad, haya podido ser siempre más o menos así, pues al fin y al cabo siempre ha habido sociedad, y· también en más o menos grado, comunidad, ahora es muchísimo más patente todo esto por los condicionamientos sociales. Dice An– tonio Alonso a este respecto: «estamos saliendo ahora de un período en el cual la dimensión individual del hombre era lo típico. Pensemos en los ideales de la revolución francesa, el capi– talismo, Freud, el racionalismo ... Ausencia de sentido comunitario. Y la Iglesia, encarnada en la historia, no podía quedar fuera de esa experiencia individualista. Como ahora sería extrañísimo que quedara fuera de la experiencia comunitaria naciente» (2). Yno lo está de ninguna manera, sino que está captando, como ninguno quizá, ese espiritu comunitario que se está desperezando en la sociedad y que en Ella, por el mero hecho de ser Iglesia, lleva en sí misma su propia «definición: Eklesia, Asamblea, ya que «el sentido comunitario es esencial a la Iglesia, y los hombres deben vivir comunitariamente» (3). Cierto que en la Iglesia, como veremos más adelante, tenía– mos y aún seguimos teniendo, masa, y por tanto individualidades, no comunidad. (Como en los conventos, en los que hay frecuen– temente vida común, no vida comunitaria; lo primero es una forma jurídica que supone convivencia; lo segundo es una actitud social y psicológica que supone comunión (4). (2) ALONSO, A., «Comunidades Eclesiales de Base» (Teología-Sociologia– Pastoral)»' Edic. Sígueme, (Salamanca), 1970, p. 74-75. (3) Ibídem, p. 117. (4) Cfr. Ibídem, p. 118, Nota 1 - 51

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