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CAPITULO I UN MUNDO DISTINTO, NACIDO DE LA INDUSTRIALIZACION Cuando el pastor aquel que preparaba su comida en el campo en una marmita, descubrió que su cazuela era movida por el vapor del agua hirviendo en ella, no podía sospecharse ni de lejos en aquel momento, la transcendencia que tendría para la historia y evolución de la humanidad aquella observación suya, antes vista, miles de veces por supuesto, por la mayor parte de la gente desde que se descubrió el fuego. La reacción vendría después en cadena en orden a hacer evolucionar más tarde la técnica y las estructuras sociales. Desde aquel momento, se ha embarcado la humanidad en una tan terrible evolución vertiginosa, que es la admiración y sorpresa de sí misma, ~asta tomarse auténtico miedo, incluso pavor, pues avanzamos en los descubrimientos y evolución cien– tífica a una progresión más que geométrica, asustándonos, no ya sólo de lo que tenemos en las manos, sino más todavía, de lo que queda por venir a nosotros y por descubrir de algo que ya poseemos, sin saber qué es lo que encierra y nos depara para el futuro. «Por todo ello, dice el Concilio refiriéndose a la evolución que trae consigo la industrialización, son cada día más profundos los cambios que experimentan las comunidades locales tradicio- - 13 -

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