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expresión del obrar de Cristo; o Cristo obrando por nosotros; o nosotros obrando según Cristo», y las obras nuestras quedan concretadas en la vida: en culturales, sociales, políticas, religio– sas, económicas... Ahí es donde debe encarnarse Cristo, en lo más concreto de ese obrar humano. Según esto, concluimos pues, que nada escapa a la acción de Cristo, y al influjo de su Evangelio, pues éstos deben estar encarnados, concretados, metidos, hechos vida, en todo. Si no ¿qué sentido tiene Cristo, su Evangelio, su doctrina?. El hombre se salva o se condena en esa acción concreta suya, es decir: según acepte o no a Cristo en ese obrar mío en el que está también El; y Cristo se hace presente en el mundo y en la historia, se hace historia, como veíamos allá, en las acciones de los hombres, puesto que esa historia, no es sino las obras de los hombres realizadas en la dimensión espacio-tiempo, es decir, en este mundo. Si hasta el presente hemos tenido tal vez una Iglesia dema– siado abstracta y etérea, quizás, y en parte, ha sido, porque no hubiese claridad de ideas sobre esto, no por otra fuerza mayor. Las actuales Comunidades Cristianas de Base pretenden bajar, animadas por el Evangelio, hasta el fondo de la vida, plasmar el Evangelio de Cristo, las acciones todas de los hombres, hasta las esencias más profundas de las cosas. Dice Pin: una de las funciones principales de las .Comunidades Cristianas de Base, es la de «hacer pasar a la Iglesia del estado de proyecto abstracto y sin contenido, al estado de existencia. Estas pequeñas -comuni– dades aseguran una mediación en un doble sentido: dan un con– tenido histórico, existencial, al mensaje evangélico y, además, dan un sabor evangélico a la existencia cotidiana» (31). (31) PIN, o. c., p. 38. -126-

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