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signo de agrupación de edificios de familias que componen una parroquia, pues no sabemos en el área urbana donde termina .una parroquia y empieza otra; ni como llamada al templo:. primero, porque sobran las campanas, ya que todos nos movemos a golpe de reloj; segundo, porque no de toda la parroquia geográfica se .oye; y tercero, porque sus golpes vienen a agravar los ruidos, harto saturados ya de ellos nuestras grandes ciudades; aparte, la molestia que pueda causar a enfermos, hospitales, u otras personas que no estén conforme en su interior con ese pensar religioso. No obstante, la parroquia no ha evolucionado. Literalmente como estaba en las villas rurales, la hemos encuadrado en la gran urbe, con todos los inconvenientes de una no adaptación, o desfase, y apenas ninguna ventaja. Los registros eclesiásticos, en sus oficinas parroquiales, se han multiplicado por muchos cientos, y aun por miles; la comunidad no existe; el anonimato sigue siendo el mismo que en la calle, tanto a la salida como a la entrada y dentro también de los cultos religiosos. Los sacer– dotes se ven absorbidos por la gran masa, y para muchos cris– tianos, no pasa de ser una estación-servicio donde uno recibe los sacramentos, sobre todo y aun todavía la Eucaristía-Penitencia, con el mismo anonimato sobre el ministro dispensador, como cuando carga el coche de gasolina, casi sin apearse de él en el borde de una carretera. Por otra parte, los sacerdotes, han recibido una formación profundamente humanística en los seminarios, enormemente ac– tual en las ciencias del hombre, como sociología y psicología sobre todo, muy en línea, diríamos, dentro del contexto actual del mundo enormemente urbano y se ven obligados al encua– drarse en la parroquia, a retroceder muchos años, a encarnarse en una estructura desfasada en muchos lustros, quizás siglos, que -123-

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