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partir de él, podemos poner el fracaso •de la mayor parte de los movimientos seglares en la Iglesia, como pueda ser la Acción Católica y otros, ya que el Consiliario acaparaba de ordinario todo, él era el que hacía y deshacía, sin él no se hacía nada, los seglares estaban pendientes de lo que él dijera, sin iniciativa alguna, ni voz ni voto, en una palabra: no había dinámica de grupo; más profundo, no había comunidad; más aún, no había Iglesia. Y en ese marco tenemos que poner la no proliferación y desarrollo de los movimientos eclesiásticos seglares. No era sólo esto; también correspondía a una falta de formación y desarrollo de la doctrina psico-social de grupo, de autoridad centralista mas acentuada que hoy día en que priva más lo democrático, y así hemos oído también quejarse a mís– ticos de doctrinas políticas, cómo sus grupos de jóvenes no han proliferado y desarrollado, y sí han fracasado, por un ahogo, centralismo y acaparamiento del jefe, no dejando iniciativa algu– na, ni que el grupo se desarrollara y madurara normal. Creemos que en la Iglesia, las Comunidades Cristianas de Base, son la mejor solución a esta dinámica que debe presidir siempre, esa auténtica Comunidad (Eclesial) pequeña; ellas, deci– mos con Userps, «actúan en un contexto de corresponsabilidad genuina y eficiente. Los presbíteros tienden realmente a situarse en ellas como hermanos en medio de los hermanos. No se da dirigismo clerical en el sentido de marginación de carismas, res– ponsabilidades y opciones o decisiones propias de la «base» co– munitaria de la congregación de fieles» (28). sino que se parte de una mesa redonda en la que nadie se tiene por primero ni por último, porque en ella no hay ni último ni primero, ya que el primero es Cristo, y junto a El todos los demás son iguales. (28) USEROS, M., o. c., ps. 164-165. -120-
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