BCCCAP00000000000000000001781

CAPITULO IV LA AUTENTICA COMUNIDAD EXIGE SER PEQUEIQ'A También esta afirmación, como las que estamos haciendo en estos planteamientos de esta cuarta parte del libro, es conse– cuencia de todo Jo anteriormente estudiado : la auténtica comu– nidad, de por sí, exige ser pequeña; y en concreto, como afirma Antonio Alonso, «que sociológicamente las parroquias urbanas no son comunidad ni tienen los caracteres de la misma, es un hecho inequívoco» (19). Primero, porque una barriada cualquiera de una de nuestras grandes ciudades, no es una comunidad autén– tica, y no se puede dar una Comunidad Eclesial, donde antes no haya una comunidad humana ; y segundo, porque aunque haya una comunidad humana en ese barrio, la Comunidad Eclesial no debe confundirse con los intereses naturales de vecindario, porque un nacimiento así no puede dar nacimiento a una solida– ridad verdadera, de ordinario. Aparte de que en una comunidad grande, como son las parroquias urbanas, no reporta una solida– ridad e interrelación auténticas. «La enseñanza religiosa, dice Pin, la educación de la concien– cia del fiel, las ceremonias, la administración de sacramentos. no pueden realizarse fuera del seno de la congregación numérica– mente limitada. La enseñanza supone un contacto, preguntas y (19) ALONSO. A., o. c., p. 131. -11 1 -

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz