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CAPITULO III NO HAY COMUNIDAD EN LA PARROQUIA URBANA GEOGRAFICA Por todo lo que hemos visto es fácil concluir que no existe comunidad en la parroquia urbana geográfica. Lo religioso no es distinto a las demás facetas del hombre urbano: y «las familias que habitan en un mismo distrito, dice Pin, apenas tienen intereses comunes mayores entre ellos que con el resto de los habitantes de la ciudad. El taller o la oficina, las asociaciones políticas o sindicales, los cines y clubs depor– tivos, las escuelas y asociaciones culturales, los comercios espe– cializados y los servicios públicos, los conocidos y amigos, no están todos agrupados en un solo y único barrio, sino tienen sus establecimientos en los lugares más diversos de la aglomeración urbana» (14). Así el hombre, fiducialmente responsable y maduro, va a aquella Comunidad Eclesial o iglesia que más le va a su plantea– miento personal de fe o carisma. No así la masa, que sigue yendo a esa iglesia de su barrio, a su parroquia, pero como no hay comunidad humana en ese barrio, tampoco hay comunidad eclesial en esa iglesia, donde todos son unos desconocidos, porque todos tienen distintos intereses, distintas miras, y aunque vivan (14) CARRIER, PIN, o. c., ps. 291-292. -107-

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