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quien fácilmente abandonaría el hombre adulto de esta era cien– tífica y técnica. Para ningún verdadero creyente nuestro Dios se hace «_mayor» a costa de disminuir la estatura propia del hombre, solamente mensurable por su desarrollo histórico. Sólo a partir de esta fe en el hombre es posible asumir rectamente la fe en Dios. Ni para ningún creyente nuestro Dios se hace mayor a costa de evidencias artificiales y pueriles (10). Desde este punto de vista ciertamente Dios aparece más Dios; y el hombre, más hombre; pues lo más grande que Dios ha dado al hombre, como hombre, es esa opción de madurar como hombre, de hacerse grande, libre en este mundo con todo su alcance, para que lo modele y desarrolle como lo ha potenciado la naturaleza, y hasta donde él y ella en todos sus grados den de sí. En esa dinámica y motivados entre otras cosas por esta fe responsable y adulta, tenemos que enclavar las Comunidades Cristianas de Base; es la respuesta consciente, pensada y libre, dada por el hombre a Dios desde su madurez, en orden a tomar en serio todo desde la raíz de su fe. Lo hará libremente sin que nadie lo fuerce o lo empuje a ello, pues, como dirá Pin, «ya no hay pertenencias necesarias a la Iglesia, no hay más que una pertenecía libre» (11) y en orden a madurar como cristiano, elegirá tan libremente, como también por necesidad, la comunidad, ya que como hemos visto, en el único lugar para desarrollarse plenamentf' ,;;orno hombre, y tam– bién para desarrollarse a sí en la fe, que es la forma más perfecta de desarrollarse como tal, como asegura Useros; «un cristiano (10) Cfr. OSEROS, M., «Revisión de la comunidad cristiana» o. c., p. 156. (11) CARRIER, PIN, «Ensayos de Sociología Religiosa», Razón y ;Fe, (Madrid), 1969, p. 279. -104 -
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