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servicio eclesial; no se contentan sólo con obedecer, sino que desean también «participar». Es claro que estas aspiraciones sólo pueden tener cumplimiento satisfactorio _en el contexto de una comunidad cristiana vivente>> (7). Así lo creemos también nosotros, y ésta no puede ser otra que esa auténtica comunidad vivida de modo directo, primario, inorgánico, espontáneo, y que llamamos «Comunidad Cristiana de Base». Es el resultado del desarrollo y de la madurez de la personalidad de los fieles, que ha podido con esa masa, incre– mentando su capacidad de opciones preferenciales en el campo de la vida eclesial. Comenta también Useros: «por haber madu– rado su personalidad y por ser hijos de su tiempo, los fieles promocionados rehuyen quedar sometidos a la masa (...) y tienden a elegir ellos mismos los copartícipes de relaciones inter– personales también en orden a su realización comunitaria dentro de la Iglesia» (8). • En otras coyunturas en que los fieles se encontraban menos promocionados, obraban como cristianos de una manera muy des– personalizada. Hoy la situación ha cambiado; conscientes y pro– mocionados prefieren los «grupos de libre elección» más que los grupos «institucionalizados» y más que por una acción indi– ferenciada de feligreses se opta por un tipo más personalista de comunidad cristiana. Este rasgo de su personalidad está en conexión con un vivo sentido entre la fraternidad, entre los creyentes. En la coyuntura actual los fieles han ido tomando conciencia clara de que la fe no se puede vivir en solitario, y de que la forma normal de la realización del creyente adulto es una r:eali- (7) OSEROS, M. «Cristianos en comunidad», p. 49. (8) Ibídem, ps. 51-52. -102-
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