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El inicio Los coros no profesionales han crecido, casi siempre, a la sombra de las iglesias o abadías, heredando su tradición, acervo musical y estilo. Elizondo no ha sido la excepción. En repetidas ocasiones, el fundador y director de la Agrupación Coral, Juan Eraso Olaechea (1914) ha recordado su vinculación a la parroquia «que ha nutrido a la Coral de cantores. La Parroquia ha sido nuestra madre del buen cantar. La Coral nació de ahí» (al corres– ponsal de Diario de Navarra, 23-X-81). «Siempre se ha cantado dignamente en la Iglesia. En Elizondo siempre ha habido afición al canto. Y siempre hemos contado con grandes maestros como Tadeo Viela, Mauricio Iribarren, Juan Berecoechea» (a J. Martí– nez, D. de N., 8-IV-67). Un grupo de idealistas, ante el escepticismo de unos y la bené– vola aquiescencia de otros, quisieron aspirar nuevos perfumes sin renegar del incienso. Jornadas tensas e inciertas de ensayos y pruebas, maduraron el proyecto, convertido pronto en realidad. «Un concierto es como la corrida de toros -el momento de la verdad» (A. Rubinstein, 1887-1982). Presto a superar el reto, el «Orfeón de Elizondo» (así se bautizó) se presentó en el marco familiar del salón parroquial el 7 de septiembre de 1942. Diez obras ofreció en este primer concierto, incluyendo los nombres de T.L. de Victoria (1535-1611), R. de Lassus (1531-1594), S. de Rachmaninoff (1873-1943), J. Guridi (1886-1961), N. Almandoz (1893-1970) y el folklorista Kurt Schindler (1882-1935). La opor– tunidad precisa la brindó el homenaje que se preparaba a Don Remigio Múgica (1867-1957). «La Coral de E. nació con una gran idea altruista: la de engrosar los fondos de una suscripción en favor de Don Remigio Múgica, al celebrar el Orfeón Pamplonés sus bodas de oro. Y con este motivo se organizó un concierto entre un grupo de amigos, algunos de ellos éramos refuerzos para 5

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