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y patético); y también el estremecimiento de la cuerda (especial– mente en la obra cuyo título no fue anunciado, y que fue para la solista soprano un verdadero alarde, destacando su voz sobre el murmullo del coro; la voz de esta solista es admirable); el fin en el «himno a la Virgen de Fuenterrabía», estas vocalizaciones son reforzadas por silbidos que imitan la flauta, acompañados de con– sonantes explosivas que evocan el repique de campanas; la ejecu– ción de esta obra es el sumum del virtuosismo y de la técnica, cuyo trabajo rebasa con creces el valor musical. La mayoría de las obras ejecutadas eran de carácter serio». La apostilla sobre la interpretación del Agur Izar, de Olaizola nos recuerda al autor subiendo al escenario del Teatro Príncipe para abrazar al Director y cantores emocionado al oír la recrea– ción que de su obra había hecho la Coral. Escena semejante ocurrió en otra ocasión con P. Prieto. • Filare, a caballo de la paradoja y el anacoluto, emitió un enunciado, arcano, no desvelado del todo: «Hablar de Juan Era– so, con el coro de Elizondo, es tratar un tema que está agotado y todavía no se ha dicho la primera sílaba. Arte en baja, hoy -un hoy que significa dos siglos- el coral, Juan Eraso, revive el temperamento primario, devuelve la fe en la música vocal, por su autenticidad, por las ganas con que hace cantar a su gente, por ese descubrir de las voces que trata, timbres sin trampa, y lo mismo en Palestrina, que en el arte francés de Poulenc o Debussy, su gusto mayor, o en el negro espiritual, hondísimo de inspiración, en su factura tan extraña al arte euro– peo y que también requiere alma, espíritu y otra vez ganas» (P.N., 13-II-58). A. Fernández Cid comentó, al cerrar la Semana Santa de Cuenca: «con voces no excepcionales ... demuestra lo que puede conseguirse por el ensayo bien regido y tenaz: perfección de ajus– te de afinación; asimilación del estilo». Angel del Campo escribió «admira ver los efectos que extrae de unas voces individualmente vulgares, sin impostar. .. lo que da al coro frescura y naturalismo. La afinación es siempre perfecta. Y la expresividad llega afilada, adelgazada al límite». M.M. en el diario de Cuenca «la Agrupa– ción vive el texto, se compenetra con el autor. .. pudimos ver el abandono, la subida entrega a la obra, del director y de todo su conjunto ... recreaba el ánimo, manteniendo en suspenso, la sua– vidad y perfección maravillosa de sus sonidos ... ». La Pequeña Misa Solemne de Rossini suscitó este comentario 41
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