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111 . 4ue consideró oportuno recordar de nuevo, ya que son tan antiguos como el Evangelio mismo. Los hechos han cambiado; pero la doctrina fqé estable– cida íntegramente desde hace veinte siglos. Es completa y suficiente para. todas las actividades del hombre; lo que falta por hacer es aplicarla en la forma que requieren Jas necesidades de Ia épo– ca. Pero esto ya no corresponde a la Iglesia, sino al Estado, pµes aquella, jamás ha pretendido tras– pasar su propia esfera. Las cuestiones económicas _Y sociales le interesan solamente porque están es:. trechamente relacionadas con el aspe'cto moral y espiritual de las cosas. La carta internacional del trabajo, ese famoso documento, suscrito por todas las naciones civili. zada.s' del mundo,_ que constituye el paso más a– vanzado_ que ha dado la humanidad en favor del mejoramiento social de las clases trabajadoras, guarda Un paralelismo tan sorprendente con la Rerum novarum, .que bien podría considerarse a la -prime·ra inspirada en la segunda. En distintas ocasiones, desde la fundación de la Oficina Inter– nacional del Trabajo en 1919, han sido comparados en· cuadros sinópticos los _pasajes correspondientes de ambos documentos. Y tanto füs católicos, como los fundadores de la Institución de Ginebra, se fe– licitan mutuamente de esta feliz coincidencia y re– conocen gustosos este acuerdo maravilloso de pen– samiento. * * * 1

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