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DISCURSO DE CONTESTACION Por PEDRO P. BARNOLA, al recipiendario R. P. Fray Cesáreo de Armellada a su entra. da, como Individuo de Número en la Academia Venezolana de la Lengua. Por primera vez, seguramente, desde que este venerable edificio, en su edad ya cuatricentenaria, pasó a ser sede de las Academias Na– cionales, ha ocurrido un caso tan propio como el que estamos pre– senciando. Porque esta es la primera vez en que con derecho propio, adquirido por elección de sus colegas académicos, entra a posesionar– se de su sillón de Académico, en este antiguo convento franciscano, un hijo de San Francisco. Me figuro que si estos claustros y patios y salones tuvieran hoy el don de hablar, lo harían con irreprimible y singular emoción, para darle a este sencillo capuchino de sayal, cor– dón y sandalias, la mejor bienvenida a esta como su casa, que si aho– ra lo es por su investidura de académico, en alguna manera parecería corresponderle por su carácter de hijo de San Francisco. Las aguas -se dice- suelen volver al fin al mismo lugar de donde un día salieron. Y no es algo rebuscado, sino muy al caso, recor– dar que hoy tal dicho de algún modo se cumple en el caso presente. ¡Cuántas veces, al recorrer estos corredores he dejado vagar mi ima– ginación por lo que desde cuatro siglos atrás hubo de ocurrir en las desaparecidas celdas de este convento, a donde habría retornado más de uno de los buenos frailes m1s10neros que habían gastado sus san- -81-
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