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que alguna vez les han visto pasar más de seis horas sin interrupción nin– guna en estos varios y laboriosos movimientos. Cuando convocados a voz de pregonero, tienen que acudir los vecinos de la comarca al palacio de algún magnate, los criados de los caciques limpian y barren los caminos, arrancando las hierbas, quitando las piedras, zarzas, pajas y cualquier basura, y si es necesario los ensanchan. Los vecinos que acuden de las aldeas se paran a un tiro de piedra del palacio, se for– man a campo raso y así formados, golpean los dardos y saetas de que se sirven en la guerra, tañendo y danzando; y al principio andan despacio, cantando en voz baja y temblorosa, y luego, a medida que se van acer– cando, levantan la voz y el canto, que repiten diciendo siempre lo mismo; como, por ejemplo: "Sereno día es, el día está sereno, es sereno el día". Sólo el jefe de cada aldea da a los demás la pauta de las danzas y del canto, y ellos le responden con tal concierto, que entre muchas voces parece haber una sola voz, y entre muchos movimientos, un solo movimiento. Delante va, de espaldas hasta las puertas del palacio, uno de los amigos del cacique; después entran en la casa sin cantar, éste parodiando la pesca, aquél la caza, danzando con modestia. De seguida uno, en tono oratorio perora en alta voz, elogiando al cacique y a sus progenitores; otro hace el papel de bobo y sus gestos cuándo revolviendo los ojos, cuándo mirando de hito en hito". (Anglería, págs. 609 y siguientes). -Otra información sobre el mismo asunto, que parece calcada sobre esta de Anglería, está dada por Francisco López de Gómara en su "Historia de las Indias", en el capítulo que titula "Bailes e !dolos que usan" los indios Cumaneses. Allí aparece otro cantar, por el estilo del que leímos en Anglería, y dice así: "Buen señor tenemos, tenemos buen señor, señor tenemos bueno". (Biblioteca de Autores Españoles, tomo XXII de la Colec– ción Rivadeneyra, Madrid 1877, págs. 207-208). 11. Algunos juicios sobre los trabajos lingüísticos de los misioneros, antiguos y modernos -El influjo del Cristianismo en la formación y progresos de esta ciencia (la filología), ya demostrada por Max Müller en las Lecciones pro– nunciadas en la Institución Real de la Gran Bretaña, se ve con toda ple– nitud en la obra de la civilización llevada a cabo por la Monarquía cató– lica de España en las Indias Orientales y Occidentales. La misión ejercida por aquellos miles de religiosos (sobre los cuales parecía que soplaba aún -70-
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