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tiendan; porque, como dijo San Pablo: La fe ha de entrar por el oído me– diante la divina palabra, y ésta debe ser con voces y términos que se entien– dan; y de otro modo será proceder bárbaramente. Dice el Apóstol: Si ego nescierto virtutem vocis, ero cui loquor barbarus; et qui loquitur mihi, barbarus. Y de aprender la lengua de los infieles consiguen el ilustrar su entendimiento con la fe y el captarles la voluntad, como dijo Filón: Si quis piures addiscit Jinguas, mox probatur ab earum peritis et pro amico agnos– citur. De Marco Craso refiere Valerio Máximo que penetró cinco lenguas diversas, las más comunes de los griegos, de tal manera que a cada uno hablaba en su lengua natural y que con este medio y maña ganó volun– tades de muchos y que le estimasen y amasen grandemente: Quae res maxi– mam ei sociorum amorem conciliavit. Y, al contrario, de no aprender los misioneros la lengua de los infie– les, se sigue que no hagan caso y se rían de ellos, que no se aprovechen sus almas, que sea en vano el trabajo de haber ido a sus tierras y en cargar gravemente sus conciencias los que no la aprenden por falta de aplicación. En las Indias de Castilla comúnmente hablando, a-én donde no se lee la lengua de los indios como en Méjico, hay españoles que saben gran parte de ella y algunos indios que no ignoran la nuestra y la de las naciones a ellos vecinas. Y por este medio se puede ir escribiendo en forma, así nombres de todas las cosas como las voces de los verbos de una en una por sus tiempos y modos. Pero es menester advertir que al paso que vayan escribiendo, la han de ir comprobando para asegurarse si entendieron lo que les preguntaban o ellos lo que respondían. Y para esto, a cada rato de escritura, han de volver a preguntar lo mismo que escribieron como si no lo hubieran escrito. Y de lo contrario pueden seguirse muchos y graves yerros, como la experiencia me enseñó". (A. Nac. de la Hist., vol. 69, página 115). Principio teológico lingüístico del P. Ruiz Blanco -"O tiene voces la natural lengua de los indios, propias o equiva– lentes, para promulgarles los divinos misterios o no las tienen. Si las tiene, luego se deben promulgar con ellas. Si absolutamente no las tienen, luego repugna que los tales misterios se les puedan promulgar sino en lenguaje castellano; pero siendo como es (at sic est), que éste no lo entienden, como lo supongo, luego se sigue por necesaria consecuencia que es pre– ciso se estén con ignorancia invencible de ellos". (Conversión de Píritu, Madrid, 1892, pág. 170). -64-

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