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Que para cortar semejantes males y que no tomen más cuerpo cada día, el seguro remedio era hacer la provisión de los curatos en los sujetos de más mérito, aunque en los pueblos haya algunas personas que ignoren el caste– llano, con la obligación de mantener vicario del idioma para los casos urgen– tes de administración de sacramentos. Que es cierto que el pastor debe entender la voz de sus ovejas, y por esta regla han creído algunos ser más estrecha obligación la de que los párrocos sepan el idioma de cada pueblo de la América; pero esta razón en nada convence, porque los obispos son los primeros pastores que han de visitar todos los pueblos y curar las enfermedades de sus ovejas, a las que ni entienden ni pueden entender todos sus diferentes idiomas, y nunca han pensado mis predecesores ni yo en colocar con preferencia a los que los saben, porque ninguna utilidad resultaría de ello y acaso muchos per– juicios. Que si sólo se hablase mexicano en una diócesis, ya fuera natural y más urgente la obligación de proveer párrocos de este idioma; pero ha– biendo en el mismo arzobispado, además de aquél, otros muy distintos, como son el othomí, huasteco, mazahuu, tepehua y totonaco, y en cada diócesis otros muy diferentes, mediante que en la de la Puebla, además de los refe– ridos, hay chocho, misteco, tlapaneco, olmeco, dos géneros de totonaco, y en Oaxaca, tarasco y zapoteco, resulta un desorden que sólo con la expe– riencia se puede conocer, viendo pueblos muy inmediatos mantenerse cada uno en su propio idioma, como si distaran muchas leguas; y aun en Tla– chco, de la diócesis de la Puebla, se ve que de dos barrios que tiene, uno es othomí y otro tepehua; que cuando Hernán Cortés hizo la conquista desde Yucatán hasta México, sólo se hablaba el mexicano o lengua culhua que era lo mismo, y la entendían perfectamente Doña Marina y Gerónimo de Aguilar, no obstante que los españoles atravesaron todo lo que hoy es diócesis de Yucatán, la provincia de Tabasco, la diócesis Tlaxcala, que es la Puebla de los Angeles, y el arzobispado de México, y en todo aquel terreno al presente hay otros diferentes idiomas compuestos del othomí y mexicano y con otros diversos términos y pronunciación, para los que se han compuesto artes y modos de aprenderlos, cuando no se puede negar que el conquistador sólo conocía las lenguas mexicana y othomí y ésta hacia la parte de Mechoacán. Que el cura que es castellano y no sabe otro idioma, procura con es– fuerzo extender el suyo, encarga y precisa a sus feligreses a que le hablen -58-

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