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lo tiene declarado y mandado, por que los dichos frailes les muestren leer y escribir y todas las otras cosas de nuestra fe; los cuales tengan mostrando cuatro años y después los vuelvan a las personas que se los dieron y los tenían encomendados y tienen a sus padres, para que los tales hijos de Ca– ciques muestren a los otros indios, porque muy mejor lo tomarán de ellos; y si el tal Cacique tuviere dos hijos, dé el uno a los dichos frailes y el otro sea el que mandamos que haga mostrar el que los tuviere en cargo y en encomienda. Nota: La ley 14, cuya redacción aquí aparece confusa, en las Orde– nanzas de Zaragoza (9 de diciembre de 1518) se enuncia así bajo el n9 15: Otrosí, porque hemos sido informados que si se quitasen a los di– chos indios sus areitos o se les impidiesen hacerlos como suelen, se les ha– ría muy mal, ordenamos y mandamos que no se les pongan ni consientan poner impedimento alguno en el hacer los areitos los domingos y fiestas como lo tienen por costumbre; y asimismo los días de labor, no dejando de trabajar por ello lo acostumbrado. 2 . El pleito de los Franciscanos Doctrineros con Mons. Gonzalo de Angulo por el aprendizaje de las lenguas nativas. Los frailes de la Provincia de la Santa Cruz fueron criollos, es decir, hijos de españoles, nacidos en América. No hubo entre ellos ninguno pro– veniente de alguna de las tribus indígenas de Venezuela. Por otra parte, su contacto con los indios no se estableció a través de las Misiones, sino de las Doctrinas, con nativos, por tanto, civilizados o en trance de civili– zarse, muchos de los cuales hablaban o chapurreaban el español. Los del valle de Quíbor, por ejemplo, atendidos por doctrineros franciscanos, eran tan ladinos -informaba el Superior del convento de El Tocuyo- y tan bien entendidos, que "cuanto les hablan en la lengua española lo entien– den y responden en ella". Por lo que los frailes no veían la necesidad de ponerse a aprender el idioma de los indígenas y más teniendo en cuenta que "en dicha Doctrina (del valle de Quíbor) hay seis géneros de lenguas entre los dichos naturales, que no se entienden los unos a los otros". A cuenta de si convenía o no hablar a los indios en su propia lengua, los franciscanos y el obispo Gonzalo de Angulo mantuvieron una enmara– ñada controversia entre los años 1622 y 1625. Alegaban los primeros que no había necesidad de saber idiomas indígenas; y que, de todos modos, no -54-
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