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caso del guara:ní en el Paraguay y del maya en Yucatán, solía el idioma nativo servir de vehículo para expresar las emociones más íntimas y familiares. La lengua oficial y de cultura introducida por el colonizador europeo conservaba habitualmente una posición predominante en los núcleos urbanos. La convivencia de la lengua europea con la indígena produjo en cada región influencias mutuas de léxico y de fonética. El idioma de los colonizadores ensanchaba su vocabulario para designar las plantas y los animales del Nuevo Mundo desconocidos en Europa (v. gr . , el tomate, el cacao, el guajolote) ; los artículos de la indumen– taria (huipil, tipoy); los lugares geográficos en gran número de casos (Tlaxcala, México, Huancay en el Perú, Zipaquirá en Colombia); y varios aspectos de la vida y las costumbres ( tlapalería mexicana, huairas peruanas) . Por su parte, la lengua india solía recibir voces para desig– nar nuevos animales y productos, instrumentos y técnicas, numerales, conceptos religiosos y algunos elementos abstractos del vocabulario europeo. Las nuevas experiencias en el mundo ultramarino iban a enri– quecer la lengua española (como ya había ocurrido a causa de la recep– ción de arabismos en la frontera peninsular) con un vasto caudal de americanismos de diversos orígenes, que han llegado a ser recogidos en un cuerpo ya voluminoso de diccionarios y obras especializadas." ( Sil vio Zabala, en "Aspectos Históricos de los desarrollos lingüísticos Hispano– americanos en la época colonial", Latinoamérica, J ahrbuch 4, págs. 17-36). Lo PORVENIR "Al extinguirse la dominación española, que había asegurado en todo el período colonial la afluencia constante de nuevos contingentes españoles, creyeron muchos, especialmente en el caso de México, que se produciría una indianización progresiva y general. Analizando los resul– tados de estos 50 años, se observa todo lo contrario. En 1810 había en México 1.230.000 blancos, 1.800.000 mestizos, 3.700.000 indios (las cifras hay que tomarlas siempre como aproximaciones). En 1950 el cuadro era muy distinto: unos cinco millones de indios, unos cinco millones de blancos y unos 15 millones de mestizos. En 1960 no hay en México más que tres millones de hablantes de lenguas indígenas (de ellos dos millones son ya bilingües) dentro de 35 millones de ha– bitantes. Es evidente que la hispanización se está produciendo, no por -50-

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