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genas, todas y cada una, quedaron plenamente valorizadas como ins– trumento apto y necesario para la evangelización y para la cura pas– toral. Por eso no cayeron en el error ni presentaron como excusa de su pereza la idea de que las lenguas indígenas eran "bárbaras, primitivas, deficientes" para cosas tan altas como las verdades reveladas, para ser vehículo de la palabra de Dios y canal de la gracia en los sacramentos. Léase aquí la Regla 6¡¡. del P. José de Carabantes, uno de los primeros y más sobresalientes misioneros de Cumaná, en la que además de ver en la lengua el canal necesarip para llevar la fe a los gentiles, advierte que no hay otra liga mejor para captar la amistad de los mismos. Y por la fuerza del razocinio, válganos una sentencia del P. Ruiz Blanco, que va más allá de todo lo que en años recientes se ha dicho en elogio de las lenguas indígenas americanas (7) . 29 Los misioneros penetraban y como que se zambullían en el mundo aborigen y lo veían y sentían desde dentro y no desde la peri– feria de las ciudades españolas; los doctrineros, por lo contrario, aun– que pesaba sobre ellos la ley canónica de la residencia entre sus feli– greses, iban y venían con mucha facilidad y frecuencia a los pueblos de españoles y tal vez más los doctrineros religiosos, que consideraban sus conventos como su residencia propia. También allí fue verdad aque– lla definición, que por tan acertada la venimos repitiendo tanto: Yo soy yo y mi circunstancia. Y la circunstancia, el entorno, según hoy gustan de decir, de los misioneros, eran las hablas de los indios y hasta el cantar de los pájaros y los otros sonidos semi~articulados de los animales y de las mismas selvas. A quienes no hayan podido probar el embrujo de las zonas indí– genas, les aseguro que leyendo a Gumilla, Caulín, Carabantes, Gilii y cualesquiera otros, pueden acercarse a la comprensión de lo que aquí les digo. 39 Los misioneros entraban en el territorio de los indígenas como a un campo totalmente nuevo, donde ellos, a imitación de los prime– ros apóstoles, comenzaban la plantación de la iglesia; en tanto que los doctrineros simplemente 1a extendían y la adaptaban, teniendo como núcleo y matriz las viejas cristiandades, trasplantadas del Viejo Mundo. Este es un aspecto, qqe no ha escapado a·· 1a mirada de algunos histo– riadores eclesiásticos y que la han sabido valorar y darla a conocer. -33-

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