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españoles y de los arcabuces y caballos" y porque "impónenles que traigan pleitos sobre lo que no es suyo y hagan jurar falso a los testigos, cosa que antes que viniesen los españoles no sabían hacer". Pero su conocimiento del castellano y de los modos de vida y pensamiento occidentales ayudaron a que, por ejemplo o imitación, por deseo de ascensión social o por su influencia, contribuyeran a la aculturación de sus hermanos de raza, ya de forma directa si aún conocían los ladinos los idiomas maternos, sirviendo de introductor e intérprete, o de forma indirecta si habían olvidado la lengua de sus mayores. Tanto, que este conocimiento idiomático sirve para definir al mestizo, como en América Central, donde se le denomina "ladino", exactamente igual como al indígena aculturado." (Fran– cisco de Solano, Política Indig. Espa. en América, t. I, pág. 277). Y aquí, finalizando ya este segundo capítulo, cabe hacer dos pre– guntas: 19 ¿Qué ha llegado hasta nosotros de aquellas lenguas, tantas en número?; y 29 ¿Qué se hizo en Venezuela tras la Cédula de Car– los III? De todas aquellas lenguas, tantas y tan variadas, que se hablaban en las zonas, denominadas Pueblos de Indios o Pueblos de Doctrina, situados al rededor de las ciudades de españoles, atendidos por Curas Doctrineros, ora Seculares, ora Religiosos, poco más que nada nos ha quedado. Ni siquiera aquellas traducciones hechas por mandato de Fray Antonio de Alcega y el breve Catecismo escrito por orden de Fray Gonzalo de Augulo han llegado hasta nosotros. A lo que parece, nunca fueron impresas y solamente se hicieron copias a mano. La excepción de lo que aquí digo son unos breves Vocabularios que a finales del siglo pasado o principios del presente fueron hechos por filólogos, de los que más adelante hablaremos. En cuanto a lo otro, nada ha llegado a mi conocimiento referente al cumplimiento o no de lo mandado por Carlos III. Sólo sí recuerdo que, al leer la extrañeza que le produjo a Mons. Martí que en un pue– blito de las estribaciones de Los Andes aún se estuvieran recitando ora– ciones en una lengua indígena, pensé para mí que aquello estaba muy dentro del espíritu de aquella Real Cédula y del espíritu internacional de aquella época ( no exclusivamente en España) como afirma y prueba Silvio Zabala, también en su discurso ya citado, págs. 72-87 ( 5). -30-
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