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y dijo: Oh, oh; héteme aquí como cabeza y prine1p10 de muchos que vendrán detrás de mí a lo largo de los tiempos, que se angustiarán en su cabeza y en su corazón viendo delante de sí un camino inmenso (asantanimá) , unas sabanas sin límites, sin nadie que los ayude y sin encontrar cómo recorrerlas. Pues bien: he aquí que yo, yo por mí mismo, por mis grandísimos pies, por mis grandísimas sandalias, por mi gran– dísimo ser, me constituyo en ancestro de los que no caminan arras– trándose, sino que caminan a saltos, de los que se encogen y se estiran como la pelota hecha con el jugo lechoso del balatá; yo, yo el Wikí– Piá; yo, yo el Kién-Piá. Y esto dicho, se convirtió en el gusano medidor y de cinco zancadas o trancos recorrió toda la comba e inmensa sabana del cielo. A su semejanza, pero no por arte de magia, nosotros que somos cristianos y sabemos el artificio retórico de las elipsis y también sabe– mos saltarnos las páginas después de escritas, recorreremos esos cinco siglos en cinco apretados apartes o capítulos, invocando el nombre de Dios y de la Virgen. Yo invoco a la Virgen del Camino y de Campo Sagrado. I. LAS LENGUAS EN EL DESCUBRIMIENTO Y LA EXPLORACION DE AMERICA Las naves, que zarparon de Palos un viernes 3 de agosto a las órdenes de Cristóbal Colón, y de la isla de la Gomera el 6 de sep– tiembre, eran tres: "la una, de carga para el convoy; las otras dos, mercantes, ligeras y sin bodegas, que los españoles llaman carabelas". (Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, Bs. Aires, 1964, pág. 4). Sabe– mos, y séanos grato recordarlo, que besaron gozosos las playas de un Nuevo Mundo en la isla de San Salvador o Guanahaní el 12 de octu– bre de aquel año, que era el 1492 después del nacimiento de Cristo. El Almirante llevaba el plan de alcanzar las tierras orientales del Gran Kan, navegando por el mar en el mismo rumbo que el sol navega por el cielo. Iba provisto de las debidas cartas credenciales de Isabel y de Fernando; en las bodegas llevaban los necesarios alimentos y pertrechos de defensa. Pero además, entre los tripulantes, expertos en la vida del mar, iban dos sujetos versados en lenguas orientales para actuar como intérpretes: "el uno se llamaba Rodrigo de Jerez, que -11-

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