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hay que decir lo que el rey Juan Carlos dijo ante el Congreso de Venezuela en septiembre del año pasado: "España, histórica, social y culturalmente, es ininteligible sin su vertiente americana". Comienzo por reconocer que muchos estudiaron las lenguas indí– genas venezolanas para oírles y hablarles a los indios en ellas, sin relacionarlas con el castellano ni ninguna otra lengua; pero aún así, contribuyeron grandemente al desarrollo de la lingüística general y, sin intentarlo directamente, nos ayudaron a quienes vinimos detrás de ellos a interpretar palabras y cosas que por aquí quedaron a flor de labios y en las costumbres como huellas y fragmentos de pueblos indí– genas desaparecidos por fusión, de mucho más valor y clara signifi– cación que los restos arqueológicos. Ellos les hicieron a los pueblos indí– genas de entonces y a sus descendientes el inventario de su cultura física y espiritual, en todo o en parte, según lo ancho o estrecho de sus Vocabularios o Diccionarios, aparentemente tan simples; a noso– tros nos enseñaron a valorar aquellos grupos indígenas; y a Venezuela y al mundo les dieron "bancos de datos". Pero quienes además de eso, al estudiar las lenguas aborígenes fueron anotando las afluencias de ellas al Castellano y del Castellano a ellas, merecen especial mención. Cosa que ya estamos haciendo desde hace 10 años en el Centro de Lenguas Indígenas de la Universidad Católica Andrés Bello. Precisamente, al hacer el diseño o programa de trabajo para ese Centro, ya nos dimos cuenta de que para un buen estudio de ese largo período de casi 500 años, teníamos que dividirlo no exactamente en lapsos de cien años o cosa semejante, sino en cinco grupos, cuyo ámbito y características aparecen con solo enunciar sus nombres: 19 exploradores, 29 colonizadores y doctrineros, 39 misione– ros, 49 filólogos de finales del siglo XIX y principios del XX, 59 misio– neros y otros estudiosos a partir del año 1925. El recorrido es ancho y largo, pero ... Una entre las mil y tantas leyendas de los indios de la Gran Sabana, que tenemos grabadas en nuestra Logoteca Pemón, dice así: "Al principio de los tiempos una simple oruga de esas que se arrastran penosamente y que se vio pre– cisada a recorrer la inmensa comba del cielo, se acongojó pensando en lo largo del viaje y en lo lento de su paso; echó una mirada a su alrededor y no vio a nadie que pudiera ayudarla; entonces, reconcen– trándose en sí misma, hizo sobre sí su tarén (o invocación mágica) -10-
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