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- El Kanaima está ahí detrás de ese palo, fléchalo. El Kanaima estaba observando, engafiado, en qué paraba aquella escena; cuando he aquí que recibió un flechazo en la frente. Protegido por la oscuridad de la noche, se fue corriendo a su rancho; para ocultar lo sucedido dijo a su madre que estaba flechando un tucán y que la flecha se le había devuelto y le había herido en la frente. Al ser de día la india fue a casa de su mamá y encontró a su hermano enfermo, su mamá le explicó que tratando de flechar a un tucán se había herido a sí mismo. Ella regresó a su casa y se lo contó a su marido. Este sospechó que él podía ser el Kanaima de la noche y fue a ver asu cufiado; quiso observar la herida, pero se resistía a mostrársela; entonces sospechó más todavía y a la fuerza le arrancó la venda, viendo que tenía la flecha clavada; entonces y reconociendo que era la suya, se la arrancó con violenciadiciéndole: "Esta flecha es lamía, no estabas flechando tucanes, quisiste hacer de Kanaima y te resultó mal la treta. Esto para que otra vez aprendas". • Otro caso curioso.-José Berti, en sus "Relatos de Guayana, hacia el Oeste corre el Antabare", nos refiere un caso, que pudo ser o no ser verdadero. Veámoslo. En Abasa-Kapán, precisamente a dos kilómetros de la Casa Misión, vivía un indio llamado Casilva con dos mujeres; la segunda le odiaba y estaba perdidamente enamorada de otro indio de nombre Tamoy; a pesar de que le propinaba sendas palizas, la india Uuku-ua, que así se llamaba, no dejaba de visitar la casa de Tamoy. Casilva tenía un tío más malo que él y de muy malos antecedentes, el cual le aconsejó que se deshiciese de Tamoy disfrazándose de Kanaima. Para ese fin, para evitar sospechas y quedar impunes fingieron un viaje. Sabían que Tamoy tenía la costumbre de ir solo a pescar; y disfrazados de Kanaimas y con un garrote de tres filos, lo esperaron ocultos en un frondoso hierbazal: T amoy desembarcó, echó en la totuma el escaso producto de la pesca, unas sardinas, se puso al hombro el canalete y subió al talud, que el Akanán, muy seco, dejaba al descubierto; apenas su cabeza asomó a ras con el barranco, le descargó el viejo un tremendo garrotazo en la sien izquierda. Tamoy cayó de espaldas y rodó hasta la playa, quedando el cuerpo indinado sobre el costado derecho; el viejo pasó el garrote a Casilva, quien se abalanzó sobre el inerme caído y con feroz ensafiamiento empezó a darle demoledores golpes en el brazo izquierdo, dejándoselo completamente triturado, como si el número hubiera sido machacado con yunque y martillo... Tamoy, joven y vigoroso, se resistió a morir, hizo un supremo esfuerzo y se incorporó; tambaleando a gatas, subió la barranca y se dirigió a su casa; pero apenas tuvo fuerza para llegar hasta el patio, donde cayó de bruces. Sus padres y hermanos acudieron a levantarle; y al verle bafiado en sangre y con el brazo 159
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