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dado muerte también a otro Kanaima, menos perjudicial que el primero, pero al fin y al cabo Kanaima. Yyo me dije para mis adentros: Ahora sí que se acabó para los indígenas el miedo, los temores y sobresaltos; ya van a ser muy contados los indios que morirán de esos achaques imaginarios, pues desaparecieron los principales causantes, los temidos kanaimas. Yo quedé aterrorizado y como pasmado de tan horrendos crímenes y más de la frescura con que parece los cuentan teniéndolos como el mayor aconteci– miento y una hazafia sin igual, como si hubieran quitado de encima la mayor pesadilla y el más terrible de sus enemigos. Según mi humilde opinión, eso no deja de ser un crimen horrendo, que las autoridades deben de castigar muy rigurosamente, ya que por el simple hecho de tenerle a uno por Kanaima y por achacarle supuestos o imaginarios delitos, no es lícito quitarle impunemente la vida, ni mucho menos envolver en esos crímenes a inocentes criaturas. Al informarse de este y otros casos parecidos, se han dirigido a mi algunos (entre ellos uno que venía con un libro debajo del brazo), los cuales me consideran doctor en cuestiones indigenistas, para que les explique qué es eso de Kanaima, pues yo debo estar muy enterado, ya que acompafié por una larga temporada al misionero en sus correrías apostólicas por tierras de la Gran Sabana, Urimán, Tiriká y Kamarata, etc., etc. Me dicen que han oído tantas cosas de Kanaima o Kanaimas, tan confusas y al parecer tan contradictorias que no saben si se trata de un indio brujo, espíritu, diablo o meléfica deidad. Alguien ha escrito: "Kanaima, deidad indígena, deidad maligna, deidad sanguinaria, etc."; y como pruebas de sus crueldades, aseguran que han visto escrito en la prensa capitalina y bolivariana algo trágico y aterrador, a saber: que diariamente son encontrados indígenas moribundos en las regiones de Kavanayén y que dos indios fueron hallados en esa misma región completamente mutilados, con otras lindezas por el estilo. ¡Qué cuadro tan sombrío y trágico de la Gran Sabana y sus indios nos pintan los que cogen las noticias a vuelo y las falsifican en sus cerebros! ¡Tan distinto del que trazamos los que hemos pasado largas temporadas visitando esa bella región y conviviendo con los mismos indios! Uno de los preguntones, precisamente el que llevaba el libro debajo del brazo, quería saber si el Kanaima de los indios pemones era el mismo que nuestro ínclito e insuperable novelista Rómulo Gallegos nos describe pintorescamente en la novela que lleva este nombre; y por si acaso no lo sabía o no lo recordaba, abrió el libro de marras y empezó a leer: "Canaima, el maligno, la sombría divinidad de los guaikas y maquiritares, el dios frenético, el principio del mal y causa de todos los males, el que disputa 141
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